“El espíritu de la censura está muy lejos de haber muerto”, señaló el Premio Nobel de Literatura 2003, , el escritor que en el pasado sería censurado al hablar de política, poder y sexualidad, y quien asegura que ahora es la pedofilia la que se debe rastrear.

Durante su conferencia magistral “Contra la censura” en la Universidad Iberoamericana, con la que cerró el coloquio “Filosofía y crítica social en la obra de John Maxwell Coetzee”, el narrador sudafricano dio cuenta de la censura que vivió en los años 70 y 80 en su país, sobre cómo los escritores tenían que editar en Londres para distribuir sus libros en Sudáfrica y sobre todo en cómo tenían que pensar también en los censores.

Recordó que los escritores tenían que hacer una doble lectura: la del escritor, que eran ellos mismos, y la de los censores, porque escribían sintiendo los ojos del censor detrás de sus espalda.

“Censurar no es una ocupación para la que uno recibe capacitación”, señaló Coetzee y agregó que en su trabajo realizado en las sombras, los censores recurren a eufemismos para cubrir sus actividades.

“Al censor no lo veo como el enemigo, sino como una figura compleja, odiada por las personas que siente que nadie los entiende”, dijo tras recordar cómo al final de la apartheid, en 1994, llegaron a sus manos los informes de censura que pasaron tres de sus libros entre 1967 y 1983.

Dijo que cuando los leyó se dio cuenta de que los censores eran escritores o profesores universitarios, académicos de la literatura o el lenguaje, compañeros o vecinos de él, quienes, lo entendió después, porque lo ha reflexionado mucho, buscaban defender la república de las letras y desde luego sostener el poder político que imperaba.

“Mis censores se veían como buenas personas que salvaguardaban el orden social frágil y servían de guía de los artistas y escritores”, pero dijo que él sabía que no protegían a todos los escritores sudafricanos y que si a él lo protegieron, fue por tres razones: porque era un blanco afrikáner, aunque no era de sangre pura; venía de la misma clase y estrato social que ellos, la clase media sudafricana; y que no era un escritor popular, sino que sus libros no eran para un lector masivo.

J.M. Coetzee señaló que en el pasado censuraban obras donde había menciones al comunismo y que hoy se censura a los defensores del terrorismo. “La mentalidad de la censura está arraigada en nosotros, no ha cambiado, lo que cambia son los temas”, señaló Coetzee, para quien es imposible no pensar que hoy en día esa censura es la pedofilia.

Uno ya no puede escribir sobre niños sin leer dos veces las página, una vez con los ojos propios y una vez con los ojos del censor que está siempre allí. Hay instituciones de vigilancia que hemos creado para vigilar la pedofilia.

“Hoy ya no podemos escribir sobre adultos y niños, y especialmente ya no podemos escribir de hombres y niños porque son imposibles estas relaciones a expensas de saber que tienen un costo”, concluyó el narrador, quien dedicó varios minutos a firmar libros a sus lectores.

Antes de las conferencia magistral de Coetzee, el doctor Robert Pippin, de la Universidad de Chicago, habló sobre la infancia de Jesús en la obra de Coetzee y allí dio cuenta de las intertextualidad entre la Biblia, “El Quijote” y la novela del Premio Nobel de Literatura.

rqm

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