Es una versión "no oficial", de la que no existirán documentos que la corroboren ni, a estas alturas, testimonios oficiales entregados por sus propios protagonistas. Sin embargo, personas que formaron parte del entorno siguen saliendo a corroborarlas. Y entonces reflotan.

A esa lógica responden también las historias en torno a los lazos que el escritor Jorge Luis Borges, para muchos la pluma mayor en la historia argentina, habría tejido con los gobiernos dictatoriales de la época en Sudamérica, entre ellos el de Augusto Pinochet.

Y al respecto, la viuda del escritor, María Kodama, reiteró en entrevista con el diario español "El País" que él a causa de su visita a Chile en tiempos de Pinochet, con quien se reunió. La versión ha circulado durante décadas.

Según Kodama, cuando el autor de "El Aleph" agendó una visita a Santiago para recoger el doctorado honoris causa que le otorgó la Universidad de Chile en 1976, recibió una llamada desde Estocolmo, sede del Nobel, en la que le recomendaban no viajar.

"Mire señor, yo le agradezco su amabilidad, pero después de lo que usted acaba de decirme mi deber es ir a Chile. Hay dos cosas que un hombre no debe permitir: Sobornar o dejarse sobornar", habría sido la respuesta de Borges.

"Fue genial, yo lo adoré más que nunca. ¿Quién por sus ideas soporta algo tan tentador?", dice la mujer, quien se casó con Borges al final de su vida, aunque lo acompañó desde los 16 años. Actualmente preside la Fundación Internacional Jorge Luis Borges.

La responsable del legado del escritor también considera injusto que se recuerde constantemente su cita con el dictador argentino Jorge Rafael Videla. "Si fue (Ernesto) Sábato también a la misma recepción, ¿por qué sale sólo Borges como invitado?", se pregunta.

En la entrevista con el medio español, la argentina recordó también otros momentos de la vida de Borges, como la "primera, única y última vez que se sentó frente al televisor". Fue el día de la llegada del hombre a la Luna, ocasión en que pidió que se le describiera lo que aparecía en pantalla, a causa de sus problemas de visión.

"Le iba describiendo paso a paso lo que hacían los astronautas. Le encantó. No le gustaba la tele, pero aquello le gustó", cuenta Kodama, quien debió pedir prestado televisor para la ocasión.

Además, graficó la osadía y espíritu aventurero del escritor, a propósito de un viaje en globo al que, por su ceguera, quisieron convencerlo de no concretar.

"El señor ha decidido que va a andar en globo y, diga usted lo que diga, va a subir", le dijo Kodama al chofer que los llevaba hasta el lugar del despegue, además de ofrecer firmar un papel haciéndose responsable por los dos.

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