Para el escritor cubano Leonardo Padura la literatura es un ejercicio para calibrar la condición humana. Desde 1988 con la publicación de su primera novela, este seguidor del equipo de beisbol Industriales de La Habana ha abordado el territorio de esta ciudad a través de personajes históricos y del detective policiaco Mario Conde.

A dos días de que le fuera concedido el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015, Padura extiende este reconocimiento a la cultura cubana: “le da una visibilidad, una notoriedad, un reconocimiento que me parece muy significativo”. Sobre la nueva etapa en la relación entre Cuba y Estados Unidos, asegura que los narradores cubanos tendrán la capacidad de narrar las nuevas condiciones sociales y políticas de la isla.

Admirador declarado del novelista español Manuel Vázquez Montalbán y del norteamericano J. D. Salinger, su serie policiaca Las cuatro estaciones le ha valido el reconocimiento mundial y la realización de una serie de televisión, aun en producción, en la que su personaje principal transitará por los espacios marginales, la doble moral y la corrupción de los funcionarios del gobierno cubano.

En su libro de ensayos Un hombre en una isla habla de la densidad artística de la novela policiaca, lo menciona en uno de estos textos en el que aborda la obra del novelista italiano Leonardo Sciascia. ¿En qué consiste esta densidad artística que ahora es reconocida con este premio?

Durante muchos años la academia y la crítica elitista ha condenado en bloque a la novela policial. Este género se merece el mismo respeto que se merece otro tipo de literatura. Hay en la literatura, llamémosle blanca, muchas novelas y mucha mala literatura. Lo mismo pasa en la novela policial. Es un género que en los últimos años ha demostrado una voluntad de realización estética, literaria muy notable. Es una manera de expresar, de crear una historia que está muy relacionado con los conflictos sociales. Tiene también una gran capacidad comunicativa.

El problema de la literatura policial, como con cualquier otra literatura, es la forma o la seriedad con que el escritor enfrenta el principio fundamental de la creación. En los que ha habido esa voluntad ha habido resultados literarios. Es una forma muy noble en el sentido de que te permite hacer en la literatura exactamente lo que tú deseas con una estructura funcional que ha tenido una capacidad muy grande de comunicación con grandes masas de lectores. Y tener una cantidad grande de lectores es una virtud.

Usted ha hecho muy patente la deuda que su obra tiene con el trabajo de otros escritores como Leonardo Sciascia y Manuel Vázquez Montalbán. ¿Hay algún otro autor que considere haya tomado el relevo de estos escritores en la literatura policiaca?

El aprendizaje en la literatura es infinito. El mismo hecho de haber escrito una o varias novelas no me garantiza aprender a escribir la próxima novela. Se aprende escribiendo. Por lo tanto uno debe tener la mirada abierta hacia el mundo literario que nos rodea. En los últimos años no he tenido un gran descubrimiento. Talvez la literatura de Paul Auster fue uno de esos grandes descubrimientos. Aunque he leído a otros autores que me han impresionado como el norteamericano Jonathan Franzen. Una novela que me conmovió de pies a cabeza fue Vida y destino del ruso Vasili Grossman. Es un equivalente a La guerra y la paz de Tolstoi pero en el siglo XX. Tiene esa densidad rusa de la novela. Es uno de los libros que siempre alimentan y nos van diciendo algo muy importante, que siempre uno tiene que escribir mejor porque hay otros que lo hacen muy bien.

En uno de sus ensayos que titula “Yo quisiera ser Paul Auster” menciona que en las entrevistas que le han hecho nunca le preguntan de beisbol o de cine italiano.

El cine es una de las fuentes de disfrute estético que tengo. En los últimos años me he convertido en un consumidor bastante activo de series. En las series se han hecho productos que son verdaderamente notables. Te menciono algunas: The Wire, Breaking Bad, la serie danesa The Bridge of The Killing son productos notables. De todas maneras tengo detrás una cantidad de películas vistas y disfrutadas entre las que siempre distingo el cine italiano  de los años 60, 70 y décadas posteriores. Mi preferencia es un poco iconoclasta, creo que mi director preferido es Ettore Scola.

Aprecio muchísimo a De Sicca, Pasollini. Todas esas producciones italianas son maravillosas. Hay una película hermosísima de Scola que se llama Nos amábamos tanto (C’eravamo tanto amati) que es la historia de tres amigos enamorados de la misma mujer. La considero una de las grandes joyas del cine, no sólo como realización sino como historia propiamente.

Su obra ha abordado personajes históricos, desde el poeta romántico cubano José María Heredia hasta León Trotsky y su asesino Ramón Mercader, entre otros. ¿Tiene contemplado abordar algún otro personaje en sus próximas novelas?

En mi novela más reciente, Herejes, hablo sobre Rembrandt. En un sector de la novela su presencia es esencial. Se cuenta sobre todo la historia de una herejía de la que Rembrandt es partícipe. Lleva a uno de sus discípulos, un joven judío, para que le sirviera como modelo para hacer un retrato que nunca se había hecho, que era pintar la humanidad de Cristo. Él le llamaba “Cristo al natural”.

A mí me interesan mucho los personajes históricos aunque reconozco que son los más difíciles de retratar. Llegan con una carga propia de la vida, de la biografía que tuvieron, que te obliga a ser muy melodramático, muy intenso para que funcione lo que funcionó en la vida real, como vida narrativa.

Esto siempre significa un reto para el escritor porque trato de no desvirtuar la esencia de la biografía, pero meterme en la personalidad de ese personaje que tuvo una presencia real en la historia. Me encantan esos personajes porque a través de ellos logro conocer más la condición humana. Como decía Flaubert, me da posibilidad de llegar más al alma de las cosas a través de personajes que existieron, que actuaron, que tuvieron grandes o lamentables actuaciones en la historia.

Ha mencionado a Vasili Grossman, autor que ha abordado la condición humana. ¿Por qué lo menciono? A partir de esta nueva etapa de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, ¿están preparados los escritores cubanos para narrar o decir las cosas que sucederán en esos ámbitos?

Pienso que uno nunca está preparado para escribir sobre una nueva realidad en la medida de que esa realidad sea novedosa. Tiene que aprender a escribir sobre ella escribiendo. De todas maneras estamos al inicio de un proceso en el que ya han ocurrido cosas importantes.

El hecho de que Raúl y Obama se hayan saludado en Panamá, de que Cuba haya salido de la lista de países promotores del terrorismo, todo esto son hechos realmente importantes. ¿Cómo va a influir esto en la transformación de nuestras sociedad? Está por verse. Estamos al principio de este proceso que es lento, que tiene sus detractores dentro y fuera de Cuba, por supuesto. Va a ocurrir porque hay un cambio de sentido y carácter en esta relación que va a afectar la sociedad cubana.

En la medida que eso ocurra y comience a tener efectos los escritores tendrán que asumirlo. Primero el reto será para los periodistas por la necesidad de un cambio del lenguaje, un cambio de sentido de la propia relación política. Cuando se convierta en un tema social, en la medida que afecte al drama humano de las personas, podrá convertirse en materia literaria.

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