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La cineasta Lúcia Murat (Río de Janeiro, 1949) ha enfocado su filmografía a la revisión de la historia brasileña y a mantener en la memoria etapas como la dictadura militar en ese país sudamericano, de la que, cuenta, sobrevivió a las torturas como prisionera política gracias a que después pudo hacer cine.

“El cine fue muy importante para mi supervivencia, porque a través del cine pude hablar de todo eso que me ocurrió como prisionera política, de toda la violencia, de todo lo que me espantó, de saber por qué un ser humano hace eso a otro ser humano. El cine para mí fue mi vida”, comenta en entrevista la realizadora carioca, que vuelve una vez más a México, ahora como invitada de honor de la II Semana de Cine Brasileño que se inauguró en la Cineteca Nacional el 28 de marzo y cerrará el 11 de abril.

La muestra trae tres filmes de Murat entre los 11 del ciclo (seis de mujeres): Memorias que me contaron (A memória que me contam, 2013), ya exhibida en México, y sus más recientes producciones: En tres actos (Em Três Atos, 2015) y La nación que no esperó a Dios (A Nação que não Esperou por Deus, 2015).

Memorias que me contaron es una película que hice porque fui prisionera política durante la dictadura brasileña, es un poco de mi experiencia personal 40 años después de lo que pasó con mi generación; es una discusión sobre la utopía, sobre cómo la gente sobrevivió”, refiere Murat.

Su más reciente filme, En tres actos, es una “reflexión poética”, intelectual y totalmente femenina sobre la vejez y la muerte, a partir de una delicada coreografía de João Saldanha entre una octagenaria y una bailarina treintañera en plenitud de fuerzas, con textos de Simone de Beauvoir y una fotografía espectacular de Dudu Miranda.

Su filmografía es una revisión del pasado, ¿por qué le importa tanto mantener viva la memoria?

(Ríe) Porque tengo ochenta y tantos años. Creo que cuando trabajamos hay una tendencia a ver lo que pasó en el tiempo, por ejemplo en La nación que no esperó a Dios. Hace 20 años, en 1999, hice una película de ficción sobre un suceso real del siglo XVIII, Brava gente brasileira, que se centraba en los caduveos, indígenas que viven en Matto Grosso do Sul, para mí era muy importante mostrar hoy los cambios que se han registrado en todo este tiempo, como la llegada de la luz y con ella la televisión a su reserva, al mismo tiempo que hay problemas muy grandes por la disputa de la tierra en la región.

Su cine va a contracorriente de la sociedad contemporánea, que prefiere olvidarlo todo.

Sí, pero esa es la sociedad de la rapidez, del internet y Facebook, donde todo desaparece rápidamente. Para nosotros, que hacemos cine, arte, es lo contrario: queremos que las cosas sean discutidas, sean vistas de otra manera, en su profundidad. Y para hablar de profundidad tenemos que mirar al pasado.

El 28 de mayo de 2013, Lúcia Murat compareció en Río de Janeiro ante la Comisión de la verdad de su país para dar su testimonio sobre los crímenes de la dictadura militar que gobernó Brasil de 1964 a 1985. La joven lideresa estudiante de aquel entonces fue detenida en dos ocasiones, en 1968 y, la más brutal, en 1971. Su relato es una suma de torturas, vejaciones y abusos sexuales que siguen sin castigo.

¿Ya perdonó a esa gente?

En Brasil, infelizmente, a diferencia de Argentina, los torturadores nunca fueron juzgados. Eso es muy malo, porque no se puede pensar en el futuro si no se ve claro lo que pasó. La cuestión no es que vayan a prisión o no, sino saber exactamente lo que pasó. Tuvimos la Comisión de la verdad, fue muy importante su investigación, los testimonios de sobrevivientes, pero hasta hoy no se ha hecho justicia.

La historia de Murat con la dictadura es muy similar a la de la ex presidenta Dilma Rousseff, también víctima de los militares. Para la cineasta, la destitución el año pasado de Rousseff fue un golpe de Estado perpetrado por grupos empresariales y medios de comunicación, ante el cual los intelectuales, aunque se opusieron y denunciaron, no tuvieron la suficiente fuerza para impedirlo en un país dividido.

Murat, siempre sonriente, ve sin embargo el futuro no sólo de Brasil sino del mundo como “nebuloso”.

“Lo que ha pasado en el último año es muy espantoso para el mundo. Hay una tendencia de regreso de las fuerzas del fascismo que crece en todo el mundo. Tengo mucho miedo de lo que va a pasar, pero también mucha confianza en las nuevas generaciones”, señala Murat, pionera del cine en su país y feminista.

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