El pintor impresionista Claude Monet (1840-1926) dijo una vez que el fin último de su arte era "pintar la belleza del aire que envuelve a los puentes, a los ríos, a los barcos", una hazaña que él mismo calificó de "nada menos que imposible" y que persiguió a lo largo de su carrera.

La Fundación Beyeler de Basilea (Suiza), el museo que alberga los fondos de los coleccionistas Hildy y Ernst Beyeler, inaugura hoy una muestra centrada en sus obras entre 1880 y principios del siglo XX, que recoge los pasos que dio el pintor francés para acercarse a ese ideal.

Con 62 obras, la exposición "Luces, sombras, reflexiones" revela una fase de reorientación que emprendió el maestro de la luz y el color después de la muerte de su primera mujer, Camille Doncieux.

Esta etapa de transición le llevará a dejar de ser tan solo el pionero del impresionismo, estilo caracterizado por el intento de plasmar la luz y el instante, para elaborar un arte más personal.

Conviene recordar que fue precisamente el cuadro del artista "Impresión. Sol naciente" el que le dio la idea al crítico Louis Leroy para nombrar -aunque fuera despectivamente- a todo el movimiento pictórico representado además por Paul Cezanne, Edgar Degas y Camille Pissarro como "impresionismo".

La estabilidad financiera que obtuvo Monet en el periodo que abarca la muestra le permitió pagar sus múltiples deudas y emprender viajes que le abrieron la posibilidad de retratar nuevos paisajes.

Así, en la exposición aparecen lienzos que captan la luz que baña los paisajes mediterráneos, las sombras que empañan los acantilados de la costa atlántica, la Catedral de Rouen y la neblina que cubre Londres con tal densidad que no permite distinguir la imagen del reflejo.

El bisnieto de Monet, Philippe Piguet, que asistió a la inauguración, señaló que las representaciones de las Casas del Parlamento sobre el Támesis y de los puentes Waterloo y Charing Cross de la capital inglesa en diferentes luces constituyen "una gran innovación".

"De todos sus cuadros me quedo con los de Londres, en ellos veo trazas de fauvismo y expresionismo, movimientos que no habían tomado forma cuando mi bisabuelo los pintó en 1904", dijo Piguet, que es historiador del arte.

Las obras maestras expuestas son propiedad de la fundación suiza y de algunas de las instituciones culturales más destacadas de todo el mundo como el Metropolitan Art Museum de Nueva York o el museo Pola de Japón.

Ordenada por salas temáticas, la muestra, abierta al público hasta el 28 de mayo, recoge la constante evolución con la que el pintor reflejó los mismos elementos a lo largo de su vida: bosques, ríos, costas, acantilados o cabañas.

Un motivo que tiene especial importancia es el agua -"Estoy loco por el mar", declaró Monet en una carta a su segunda mujer, Alice Hoschedé- como muestra la larga selección de obras expuestas que captan la luz cambiante del río que traviesa París, el Sena, de las costas de Normandía y de la isla de la Bretaña francesa Belle-Île.

Dentro de este grupo de pinturas encontramos las tres jóvenes vestidas de blanco que pasean en barca por el río parisino en la pintura "En novérgienne", cedida por el Musée d'Orsay de París, la bruma del amanecer en "Matinée sur la Seine" del Art Instituto de Chicago y los acantilados "Pointers de rochers à Port-Domois", del Cincinatti Art Museum.

"Su obsesión era capturar el momento y no el motivo pictórico, por lo que el artista volvía una y otra vez a representar los mismos elementos", aseguró a Efe el comisario de la exposición, Ulf Küster.

En ese sentido, es especialmente interesante el viaje que propone la muestra a la etapa más tardía de Monet con cuatro obras de la serie "Nymphéas" (Nenúfares), que el artista pintó aislado en su casa de Giverny, en el norte de Francia, a partir de principios del siglo XX y hasta su muerte.

Es allí donde el pintor profundiza en el viejo arte impresionista de mirar para captar los cambios de la naturaleza y su relación con ella.

La intención de "hacer de la pintura en si misma la razón de ser de su arte" abrió la puerta a los artistas que emprenderían el camino del arte no figurativo, recordó el mismo Küster.

Fue el caso del pintor abstracto Wassily Kandinsky quien al ver un cuadro de la serie "Meules" (Almiares) -uno de los cuales se puede ver en la muestra- se sintió altamente fascinado e inspirado ya que veía un cuadro en lo que realmente importaba era la pintura y no el objeto representado.

Precisamente, hoy es el único día en el que la retrospectiva de Monet compartirá espacio con una muestra dedicada al pintor ruso y a los artistas del movimiento "Der Blaue Reiter" (El jinete azul), que la Fundación Beyeler ha presentado desde septiembre.

Para acercar la institución cultural al público joven, la fundación, que celebra su vigésimo aniversario, ofrecerá la entrada gratuita a los menores de 25 años.

cvtp

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