El de Madrid redescubre "la alegría de vivir" y la "sensualidad" de la pintura de  (1841-1919) en una retrospectiva que reúne algunas de sus obras impresionistas más emblemáticas junto a su abundante producción como retratista y pintor de escenas íntimas.

Comisariada por Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, la exposición, presentada en rueda de prensa, es un ajuste de cuentas del museo, por el que ya han pasado Monet, Sisley, o Gauguin, con "el impresionista más desconocido e incomprendido".

"Aparte de cuatro o cinco iconos, es un pintor que no ha terminado de llegar al público", señaló Solana. "Es el más difícil de los impresionistas, por eso llega tarde".

Renoir es el pintor de la fluidez y los sentidos, un "anti-intelectual".

"Pensaba que los intelectuales eran unos tarados, incapacitados para ver, tocar o degustar, en definitiva que no les funcionaban los sentidos", recordó Solana.

Aunque se ha tendido a identificar el impresionismo con su versión "más retiniana", representada por Monet y sus mosaicos de manchas planas de colores, el director del Thyssen subrayó que "no todo el impresionismo comparte esa ambición" y que para Renoir "cada visión está ligada a una sensación corporal".

La exposición está compuesta por 78 obras procedentes de museos y colecciones de todo el mundo, como el Marmottan Monet de París, el Art Institute de Chicago, el Museo Pushkin de Moscú, el J. Paul Getty de Los Ángeles, la National Gallery de Londres o el .

El título, "Intimidad", evoca el deseo del artista de establecer una relación de proximidad y cercanía con lo retratado, sean personas, paisajes u objetos.

La exposición, que podrá verse en Madrid hasta el 22 de enero, se divide en seis apartados.

La etapa impresionista (1869-1880) ocupa las dos primeras salas y reúne iconos de Renoir como "Después del almuerzo", "Almuerzo en el restaurante Fournaise" o "Baños en el Sena" (La Grenouillère).

A partir de 1881 el pintor vuelve la mirada a la tradición clásica, sin abandonar del todo el lenguaje impresionista. A lo largo de toda esa década Renoir adquiere reputación como retratista de encargo, una faceta que ocupa el segundo apartado de la muestra.

Le siguen los "placeres cotidianos", con escenas sobre todo de mujeres en interiores, abstraídas en distintas actividades; "paisajes" de la costa normanda y alrededores; "escenas familiares y domésticas" y, por último, un apartado sobre "bañistas".

Pese al dolor continuo que padeció en su madurez, fruto de una artritis reumatoide, Renoir no dejó de pintar esa "alegría de vivir".

"Tendemos a celebrar la pintura trágica -Van Gogh, Munch- como la más heroica, pero puede haber más heroísmo en mantener ese espíritu de celebración, considerando que Renoir no siempre lo pasó bien y a veces lo pasó muy mal", señaló Solana.

Junto a la exposición, el museo ha programado un ciclo de cine relacionado con la pintura de Renoir y un curso monográfico sobre la representación de la intimidad en la pintura de finales del siglo XIX y principios del XX desde una perspectiva de género.

nrv

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