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La metáfora del caricaturista que más le gusta a Darío Castillejos es la del mensajero. “El caricaturista está en medio del campo de batalla, pero desde la trinchera haciendo el mensaje para llevarlo”, señala el monero que reconoce que si bien es cierto que el poder sigue cometiendo excesos contra el periodismo, a sus colegas de generación ya no les ha tocado vivir esos ataques tan frontales que vivieron los caricaturistas del pasado.

El colaborador del periódico El imparcial, de la revista Foreign Affairs Latinoamérica y del semanario El chamuco afirma que nunca deja de reconocer a los caricaturistas de la vieja guardia, a sus maestros. “El caso de Naranjo, de Rius, de Helio Flores, que hallanaron el camino para quienes nos dedicamos a esto”.

Gran amigo de Naranjo, a quien reconoce como su gran mentor, Castillejos dice que Impresiones de un mundo desdibujado. Dibujos de Darío, su primera antología de caricaturas publicada por Almadía, es una selección de obras realizadas de 2000 para acá, aunque comenzó en el cartón político desde hace más de 25 años.

“La selección de cartones coincide con la línea general del libro, que es la crítica al poder y en esa línea entran muchas categorías: el poder, el dinero, la sociedad, la fama. Las obras que aparecen en el libro son de 2000 para acá porque los primeros cartones eran un poco más focalizados, eran con temáticas muy locales y aquí se buscó que los cartones fueran más atemporales, que es una virtud del cartón político”, señala el actual presidente del Cartonclub, “El club de la caricatura latina”.

El volumen que contiene más de 100 cartones —divididos en seis temáticas: El mundo, Injusticia y violencia, Libertad y censura, Dinero y crisis, Fama y cultura, y La sociedad— son sobre todo obras a color, que fue otro de los criterios de la selección.

“Aparecen unos en blanco y negro, pero sobre todo son a color, a mí me gusta mucho el manejo de color, hay una gama de ocres porque el dibujo que a mí me gusta presentar es así, no es una cosa muy optimista pero tampoco tan pesimista, es quedar en un término medio”.

Darío asegura que le ha tocado un buen momento: el cartón de transición. Trabaja en la vieja escuela pues su cartón es con tinta china, papel, acuarela, óleo y acríilcos, pero también empieza a tener el toque digital.

“Me gusta darle al cartón una riqueza plástica, me gusta abordarlo de manera diferente, no darle una solución simplista o básica, me gusta abordar los personajes desde otra perspectiva, darles un nuevo ángulo, otra interpretación; me gusta que la crítica involucre al espectador. Es decir, critico al poder pero también digo ‘qué parte de responsabilidad tengo yo como sociedad, si tengo un gobernante que es corrupto ¿qué responsabilidad tengo yo en esa cadena de corrupción?’. Me gusta que ese espejo refleje a todos los que se miren. Esa es cuando menos la intención”, afirma.

Darío, quien parte de la certeza de que todo puede pasar por la lente de la crítica, ha ido evolucionando su estilo, ahora es mucho más definido, incisivo, éstético, artístico. Lo ha afirmado Rogelio Naranjo en sus encuentros. Ha encontrado un humor fino, una brecha entre el pesimismo y el optimismo, una línea definida, un juego del color.

“Descubrí que el humor es un lenguaje y que no tiene fronteras; que con el humor y con la caricatura se pueden decir muchas cosas. Algunos cartones se publican fuera de México, de repente me escriben y me dicen: ‘qué bien entiendes la realidad política de mi país’. Yo les digo ‘estoy hablando de la realidad política de mi país’. Resulta que los gobernantes cometen los mismos yerros allá y los mismos excesos que aquí. Acepto ese vehículo tan importante que es la imagen y empiezo a hablar de muchos temas, incluso de cosas que como seres humanos nos lastiman, nos duele y nos cuestionan, como la fe y la razón de ser y trato de plasmarlos a través del dibujo”, afirma el caricaturista nacido en 1974.

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