Desde que era niña, Ignacia Romero aprendió a volar. Hoy es una mujer de 35 años, ama de casa, madre de tres hijos y una de las pocas mujeres que desde hace unos años, en su natal Xochiapulco, Puebla, decidió “dar el vuelo” desde lo alto de un “palo volador” para formar parte de esta conocida ceremonia ritual asociada con la fertilidad.

Para llegar tan alto, Ignacia no necesitó de un largo entrenamiento, solo un poco de valor, mucha fe y el apoyo de una comunidad que aprecia y se rige por sus tradiciones, pero que siempre se ha considerado liberal y abierta a nuevas formas, como reconocer el papel de la mujer en este ritual, tradicionalmente relacionado con el sexo masculino.

“No tengo muchos años haciéndolo, pero tengo más de 11 años viviendo con una familia de voladores, la de mi esposo. Allí es donde, sin que lo hubiese pensado, la vida me llevó a decidir dar el vuelo. Es algo muy bonito porque se encuentra una forma muy positiva de servir, una forma de dar vida”, expresa con seguridad y una sonrisa que contagia al grupo de mujeres con las que llegó este fin de semana hasta Londres para participar en el Greenwich+Docklands International Festival (GDIF).

Ignacia, junto con Lizet Díaz, Sandy Chávez, Karina Zárate y Martha Botello, viajó desde ese municipio localizado en la Sierra de Puebla para formar parte de la puesta en escena The Four Fridas,  espectáculo dedicado a Frida Kahlo y a su obsesión por volar, tema que plasmó en varias de sus obras. El espectáculo, producido por este festival de artes escénicas, se estrena mañana y ofrecerá funciones hasta el 4 de julio, en las antiguas Barracas de la Artillería Real.

Presentado como parte del Año Dual del Reino Unido y México 2015 y como uno de los números más destacados del festival, el montaje incluye música, danza, videoproyecciones y la participación de este grupo de mujeres voladoras que, más que presentar un espectáculo, dicen, buscan regalar una “ofrenda a la madre naturaleza” y representar una nueva cara de esta tradición declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.

Encabezados por un caporal, don Rogelio Bonilla, el personaje que coordina la danza o el ritual desde lo alto del “palo volador”, este grupo de voladoras, integrado por amas de casa y estudiantes universitarias, destaca el papel que en algunas comunidades indígenas las mujeres han adquirido en este ritual en los últimos años, a pesar de que su participación siempre ha estado presente.

“La mujer siempre ha estado involucrada en esto, apoyando a cada participante y una lo aprende desde que es niña, pero ha sido desde hace unos pocos años que se ha ido involucrando en el vuelo para que exista en ello la dualidad, y sobre todo la igualdad, porque creo que tanto la mujer y el hombre valen lo mismo. Sin un hombre no hay una mujer, y viceversa”, comenta Sandy Chávez, de 18 años, la más joven de este grupo cuya participación fue posible a través de Cumbre Tajín y el Centro de las Artes Indígenas de Papantla.

En el vuelo de estas mujeres, Bradley Hemmings, director artístico del GDIF, encontró el ingrediente ideal para darle forma a su producción The Four Fridas, que  rinde homenaje a la artista mexicana, quien en algún momento, al estar incapacitada para caminar, expresó; “Para qué quiero los pies, si tengo alas para volar”.

Hemmings se obsesionó con esta frase expresada por la artista desde 2012, cuando comenzó a trabajar como co-director artístico del espectáculo presentado en la ceremonia de apertura de los Juegos Paralímpicos de Londres, realizado en ese mismo año. Entre la lluvia de ideas y pensamientos que llegaron en ese momento, destacó la imagen de la artista mexicana  con discapacidad y su capacidad por superar los momentos dolorosos de su vida. Al final, el protagonista de aquella ceremonia fue el científico británico Stephen Hawking y las referencias al progreso de la humanidad, pero la imagen de Frida se mantuvo en la mente de Hemmings. “Estaba seguro de que su extraordinaria vida y su arte podrían ser adaptados al teatro al aire libre y a gran escala”, comenta.

Allí comenzó el montaje dedicado a Frida. Además del viaje que realizó a México para conocer más sobre la vida de la artista y contemplar con sus propios ojos la tradición de los voladores en la Sierra de Puebla,  el director artístico contó con el apoyo de  Jay Griffiths, autor de la novela sobre Frida Kahlo,  A Love Letter from a Stray Moon, quien escribió el guión.

Concebida en cuatro secciones, la obra está inspirada en los principales elementos prehispánicos: aire, tierra, agua y fuego. Y son éstos los que dan forma a la historia: La primera parte cuenta la vida de Frida en la Casa Azul y sus recuerdos infantiles, como cuando sus padres le regalaron un vestido con alas, pero se sintió frustrada porque descubrió que eso no le permitía volar; la segunda parte  aborda el accidente en tranvía que la mantuvo discapacitada y sus lamentos por no poder tener hijos; una tercera parte está dedicada a una etapa de su producción artística, cuando encuentra en el arte “las posibilidades de transformación de su sufrimiento” y que se ve plasmada en una de sus obras maestras, Las dos Fridas. La parte final se inspira en la rabia de la artista, sus deseos por desafiarse a sí misma y transformarse, lo cual se verá plasmado en una especie de “vuelo ritual”, protagonizado por el grupo de mujeres voladoras.

La narración estará acompañada con música, performance, danza y proyecciones de algunas obras de la artista. En la producción participarán artistas y bailarines.

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