El Dendropanax arboreus no tiene sabor. Esta virtud lo ha convertido en excelente materia prima para la elaboración de palos de paletas, abatelenguas y palillos. También conocido como Palo blanco (Oaxaca) o Sac-chacá (Chiapas) la especie hermafrodita de madera blanda y gruesas ramas tiene amplia distribución en los bosques tropicales perennifolios de México. Esta es sólo una de las especies que habitan los 140 millones de hectáreas de bosques y selvas de México. Según registros de la CONABIO, 80% de estas áreas de recursos forestales son de propiedad colectiva y pertenecen a una población estimada en 12 millones de habitantes, concentrados en 8 mil 500 ejidos y comunidades indígenas.

La mayoría de estas personas viven en zonas con altos índices de marginación, pero rodeados de un tesoro natural cuyo aprovechamiento sustentable puede ser la clave para salvar tanto a los ecosistemas del deterioro ambiental, como a los seres humanos de la miseria. La riqueza es innegable. Una muestra son las más de 50 especies de pinos que se despliegan en los bosques templados que cubren 16.5% de la superficie nacional.

La solución se muestra ambiciosa, pero el camino no es sencillo. Según datos de la FAO, se calcula que se pierden anualmente alrededor de 200 mil de hectáreas de bosque en nuestro territorio. Los bosques mesófilos de montaña o bosques de niebla, que ocupan poco menos del 1% de la superficie del territorio nacional, cuentan con un alto grado de biodiversidad y son generadores fundamentales de servicios hidrológicos en el país, sin embargo son de los ecosistemas terrestres más amenazados a nivel nacional.

Carlos Galindo Leal, director General de Comunicación de la Ciencia en CONABIO, explica que es un ecosistema fundamental porque recibe mucha agua que después es utilizada en lugares como las planicies costeras de Veracruz y de Tabasco. “Tiene muchas especies endémicas. Es una mezcla entre la selva tropical y el bosque templado. Se caracteriza por sus helechos arborescentes que siguen saqueando para hacer macetas con sus troncos, pero las principales amenazas son la transformación a zonas agrícolas o ganaderas, así como el desarrollo rural y urbano”.

La FAO considera que cuando se habla de deforestación el asunto se restringe a especies arbóreas, sin embargo para los especialistas en México también se tendría que hablar de los matorrales, un ecosistema muy importante en México que cubre 30% del país y que se deteriora principalmente por la ganadería extensiva de vacas y cabras; y el sobrepastoreo. Con el deterioro de estos sitios, la sequía tiene mayor impacto.

“El término deforestación suele restringir un tema muy amplio que es el deterioro ambiental. Todo realmente con el cambio en las especies y la estructura de los bosques, donde se ven sólo árboles adultos sin reemplazos jóvenes. Después viene la pérdida total que sería ya la deforestación”, dice Galindo y enfatiza que este último concepto se mide básicamente utilizando imágenes satélitales, pero el deterioro ambiental es más difícil de detectar, pues una mancha boscosa no siempre es sinónimo de un ecosistema saludable. Se necesitan más herramientas para reconocer un bosque deteriorado.

Este tipo de mediciones son registradas con mayor precisión por medio del Inventario Nacional Forestal y de Suelos, sin embargo las limitantes metodológicas en un territorio como el nuestro son muchas. Las grandes extensiones de tierra, la inaccesibilidad en algunas áreas, así como la diversidad de la cubierta forestal hacen que se dificulten los métodos para evaluar daños.

El doctor Julio Campo del Laboratorio de Biogeoquímica Terrestre y Clima del Instituto Nacional de Ecología de la UNAM explica que los bosques se pueden recuperar mediante dos mecanismos. Uno de ellos es la acción dirigida, lo que se conoce como restauración ecológica, que implica la manipulación del ambiente en mejoramiento de suelo, ingreso de semillas o estacas, e introducción de plantas. Dependiendo las particularidades del ecosistema se aplica un plan.

Por otro lado, el mecanismo de regeneración natural no implica una acción humana de por medio, sino que se favorece por un banco de semillas que persiste en el área, incluso a pesar de la transformación del suelo para actividades agropecuarias. “Esta regeneración es favorecida por la existencia de fragmentos de bosque nativos cercanos que llegan mediante semillas transportandas por el viento o asociadas a los hábitos alimenticios de animales”, señala el especialista y agrega que los bosques tiene diferentes mecanismos de regeneración. “En los bosques tropicales, la temperatura y humedad del trópico son propicios para que la semilla germine y las plantas se establezcan y logren sobrevivir durante el primer año, que es el más crítico. En otros sistemas, como los bosques tropicales secos, abundantes en el país, la regeneración es a partir de las tasas de rebrotes. Los bosques templados tienen mecanismos de regeneración más lentos”.

El impacto de la silvicultura

Pero además de las estrategias humanas y de la propia naturaleza para regenerar los bosques, el manejo sustentable de los recursos forestales se ha convertido en uno de los objetivos fundamentales para salvaguardarlos, pues el que genere bienes o servicios para quienes los poseen o habitan, crea interés por conservarlos, protegerlos y desarrollarlos. En la próxima celebración del XIV Congreso Forestal Mundial en Durbán, Sudáfrica, del 7 al 11 de septiembre, algunos de los temas más importantes para discutirse estarán centrados precisamente en el papel que juegan los bosques en la generación de ingresos y el nexo determinante entre estos ecosistemas con la biodiversidad y la sostenibilidad de los recursos hídricos.

En México los beneficios de la silvicultura se centran principalmente en la madera, pero también se comercializan otro tipo de recursos forestales como las hojas de palma y las resinas. El doctor Galindo señala al respecto que en nuestro país hay más de 50 ejemplos de manejo comunitario forestal exitoso. “México es un país líder en silvicultura comunitaria. Hay varios ejemplos de comunidades que están certificadas a nivel internacional”, dice y agrega que en esta labor, fomentada en el país desde 1980, sobresalen por su manejo forestal comunidades zapotecas en Oaxaca como Ixtlán de Juárez, Santa Catarina Ixtepeji y La Trinidad.

Muchas de estos lugares distribuidos a lo largo de toda la República, no sólo tienen sus programas de manejo forestal, tienen áreas comunitarias protegidas. De hecho el especialista menciona ejemplos donde un área agrícola se ha convertido en bosque, como el caso de San Juan Zitacuaro, a un lado de la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca. “Este bosque de gran diversidad tiene una estructura similar a la de los bosques naturales. Se recuperó muy rápidamente, una de las grandes ventajas de nuestro país cuando se dejan descansar los ecosistemas”.

CONABIO impulsó desde el 2009 el Corredor Biológico Mesoaméricano México (CBMM) con la finalidad de promover varias iniciativas de producción sustentable en diferentes campos, como la ganadería, la producción de café o el turismo. En este sentido la producción de chicle en Quintana Roo es un buen ejemplo de un producto que ha encontrado un nuevo nicho de mercado: goma de mascar orgánica con calidad de exportación. “Todas son inciativas especificas para que los dueños de selvas y bosques puedan tener alternativas económicas, pero sin deformar ecosistemas”.

Por su parte, el doctor Julio Campo señala que en estados como Michoacán, Chiapas y en la península de Yucatán se efectúan con éxito practicas silvopastoriles. “La idea es mantener fragmentos de bosques a pesar de que en el lugar se realice ganadería. También se impulsan plantaciones forestales pero con especies nativas, que se pueden utilizar para dar forraje a los animales, mejorar el suelo y realizar una serie de prácticas muy atractivas que no anulan el bosque. Hay muchos caminos en medio donde se produce alimento, pero también se conserva la naturaleza”.

El doctor Galindo opina que en materia ambiental la legislación está bastante fragmentada, pero hay una iniciativa actual de revisión de las mismas para unificarlas. Otro reto es que estas cuestiones puedan ser entendidas de manera práctica y sencilla por quienes las utilizan. Asociaciones como el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible señalan que uno de los problemas a los que enfrenta la silvicultura es la burocracia. Cuestionan que se privilegien esquemas de conservación pasiva, como muchos de los que derivan del pago por servicios ambientales.

Galindo concuerda en que los subsidios no duran mucho tiempo y lo que se necesita son mecanismos económicos activos. “Hay que hacer conciencia que lo que se obtiene del bosque no sólo es la madera; se obtiene oxígeno, captación de bióxido de carbono, limpieza del agua, beneficios que además son salvaguarda en tiempos de cambio climático”.

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