Decir que el ejercicio, aparte de ayudar a prevenir el cáncer, beneficia a los sobrevivientes de la enfermedad y a quienes están en algún tratamiento para combatirla, no es nuevo.

Desde hace más de dos décadas, cientos de estudios han dado cuenta de la necesidad de que los pacientes (y cualquier persona) eviten el sedentarismo y sean más activos.

Pese a eso apenas ahora los oncólogos están incluyendo en la lista de sus prescripciones al ejercicio.

De acuerdo con Mauricio Serrato, especialista en medicina del deporte, “esta es una paradoja de la actividad física: entre más tenemos conocimiento de lo que se debe hacer, menos lo hacemos”.

Un estudio publicado por The Lancet en agosto del 2011, y llevado a cabo con datos de 400 mil personas por un equipo de científicos taiwaneses, encontró que hacer ejercicio durante al menos 15 minutos diarios, reduce en un 10% las probabilidades de morir a causa de cáncer y aumenta las expectativas de vida en tres años.

El oncólogo Carlos Castro, director científico de la Liga Colombiana contra el Cáncer, asegura que el ejercicio “es un medicamento bueno, bonito y barato”. No hace falta correr maratones ni ser un deportista de alto rendimiento, “una simple caminata, a buen ritmo, es suficiente”, dice.

En eso coincide el informe 'A moverse más', de la organización británica MacMillan Cancer Support. De acuerdo con los resultados del trabajo, el ejercicio podría ser “la mejor medicina” para tratar un mal crónico como el cáncer.

Una de las razones por las que, quizá, algunos médicos no recomiendan a sus pacientes permanecer activos es la resistencia de estos a hacer cualquier esfuerzo físico, teniendo en cuenta el cansancio, el dolor muscular, el estrés y la depresión causados por tratamientos como las quimioterapias y radioterapias.

No obstante, según sugiere una reciente investigación publicada en la última edición del British Journal of Sports Medicine, “el ejercicio es un tratamiento clínicamente relevante y debe ser complemento del tratamiento oncológico”.

Al respecto, Olga Lucía Estrada, vicepresidenta de la Asociación Colombiana de Medicina Física y Rehabilitación, asegura que se ha demostrado que el ejercicio regulado tiene un efecto positivo en el plano físico, psicológico y adaptativo de las personas con cáncer, al punto que favorece los procesos de recuperación y disminuye de manera significativa los efectos negativos de los tratamientos.

En este sentido, señala la especialista, el ejercicio aeróbico (caminar, andar en bicicleta o hacer gimnasia), practicado de manera regular, aporta ventajas significativas frente a personas que en las mismas condiciones no hacen ningún tipo de actividad.

Planee su rutina

Si bien el ejercicio trae beneficios múltiples, es importante definir el tipo y la intensidad de la actividad que puede favorecer a cada persona. Según Estrada, deben fijarse pautas específicas; las siguientes pueden ser aplicables a todos los tipos de cáncer.

Hable con el oncólogo. El médico es el encargado de aclarar las dudas sobre la posibilidad de hacer algún tipo de actividad física y las restricciones que tendría la misma.

No improvise. Elija el ejercicio que le es familiar y que está en capacidad de practicar. Es importante que a la persona le guste la actividad que está realizando. Si es posible, no se ejercite solo, hágalo en compañía de otras personas.

Es ideal que, previamente, solicite una evaluación con un médico especialista, en este caso un fisiatra o terapeuta físico, que lo oriente.

Agende. Establezca una hora determinada para su actividad y un tiempo para realizarla.

Regule su actividad. Tanto el día que reciba tratamiento, como los posteriores, hay que reducir la intensidad y el tiempo del ejercicio (5 o 10 minutos al día, en esas condiciones, pueden ser suficientes).

Evite el ejercicio extenuante. Recuerde que el propósito no es entrenarse para una competición, sino obtener beneficios físicos y emocionales.

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