Justo en el centro de operaciones de la célula, en su núcleo, se encuentra una larga y sinuosa molécula llamada ADN. Cuando se definió su estructura, a principios de los años 50, se cimbró el mundo de la ciencia y hoy es el eslabón que mantiene con fuerza a la biotecnología moderna, pues gracias a ella se hilvanan términos como terapias génicas o celulares que pintan el promisorio futuro de la medicina basada en las terapias individualizadas.

Pero para poder aspirar al futuro hay que reconocer y entender el presente, justo donde se encuentra la creciente industria de los medicamentos biotecnológicos que representan en nuestro país alrededor del 15% del mercado nacional de fármacos, pero que en los próximos años  podría incluso triplicarse dado el impacto de las patologías que prevalecen en el país y que este tipo de medicamentos atacan.

Esta tecnología es utilizada principalmente para caracterizar los principios activos de medicamentos de alta especialidad para el tratamiento de enfermedades como: cáncer,  psoriasis, artritis reumatoide, asma, diabetes, lupus, enfermedades cardiovasculares, degeneración macular, osteoporosis y esclerosis múltiple; así como en los tratamientos para evitar el rechazo de órganos y en la creación de vacunas recombinantes.

Las pruebas de control a las que es sometido un medicamento biotecnológico se multiplican por cinco en relación a las que se realizan en uno químico, es así que se requieren laboratorios muy especializados para el correcto control de este tipo de fármacos.

En marzo del 2015, la COFEPRIS habilitó como terceros autorizados para la caracterización de productos biotecnológicos al Laboratorio de Análisis de Moléculas y Medicamentos biotecnológicos (LAMMB) en el Instituto de Biotecnología de la UNAM, junto con otras tres entidades académicas mexicanas:  la Unidad de Investigación Preclínica de Facultad de Química de la UNAM (UNIPREC), La Unidad de Desarrollo e Investigación en Bioprocesos de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN y el Centro de Investigación y Asistencia en Tecnología y Diseño de Jalisco.

Con apoyo del Gobierno del Estado de Morelos y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología   (CONACyT),   a   través   del   programa   de   Fondos   Mixtos   (FOMIX),  el pasado 24 de febrero fueron inauguradas las  instalaciones  del LAMMB con una inversión total de 15 millones de pesos. Este nuevo espacio para la ciencia forma  parte de la estrategia para la regulación de medicamentos biotecnológicos en México.

A nivel mundial, 30% de los nuevos fármacos aprobados en la última década son biotecnológicos. A diferencia de un medicamento químico, uno biotecnológico es producido utilizando tecnologías como la de ADN recombinante (ADNr).

Esta tecnología se caracteriza por la introducción de uno o varios genes a un ente biológico, mediante técnicas de ingeniería genética. Así se pueden producir proteínas como resultado de la expresión de los genes insertados.

La Doctora Laura Palomares, investigadora del Instituto de Biotecnología de la UNAM (IBt), señala que hay un ejemplo que le puede dar claridad a la definición: “Los medicamentos biotecnológicos que están actualmente en el mercado son proteínas y éstas son cadenas de aminoácidos. Si imaginamos un collar con 21 cuentas de diferentes colores e incluso dijes, podríamos imaginar con más claridad esta cadena de aminoácidos donde los dijes son una especie de decoración de la proteína, lo que desde el punto de vista técnico se llama una modificación post-traduccional”.

La especialista explica que lo que hace el LAMMB es caracterizar ese “collar”.

“También se puede pensar en estas proteínas como una especie de resorte que al soltarlo se va a compactar. Parte de lo que conlleva la caracterización de las proteínas es ver cómo esta cadena de aminoácidos se compacta en lo que nosotros llamamos una estructura terciaría, eso es lo que hace el laboratorio y su importancia radica en  la actividad biológica de estas proteínas. Los medicamentos biotecnológicos  dependen de la secuencia y la forma en que la proteína está plegada, conformada en el espacio”.

Este laboratorio ya había empezado a operar  aunque sin tener un área específica que concentrara sus capacidades, pero finalmente se inauguró al interior del Campus Morelos del IBt, donde el área de análisis físico-químico cubre un espacio de 195 metros cuadrados, pero además existe otra área de trabajo, ubicada dentro del Bioterio (las instalaciones dedicadas al alojamiento y manutención de animales de laboratorio) del instituto.

Su infraestructura física incluye áreas de desarrollo analítico, cámaras de estabilidad, biología molecular, microbiología, ensayos in vivo y pruebas preclínicas. Además, alberga la unidad de citometría de flujo del Instituto que cuenta con un separador de células.

Los anticuerpos presentes de forma natural en el sistema inmunológico son capaces de detectar e inactivar enfermedades e infecciones. Es por eso que el desarrollo de anticuerpos monoclonales ha revolucionado el tratamiento de patologías autoinmunes.

Actualmente los medicamentos biotecnológicos que están en el mercado en México, son por ejemplo la insulina que antes se extraía del páncreas de cerdo y que  ahora se produce de manera recombinante. Este es uno de los productos que este laboratorio  ha caracterizado, así como la hormona de crecimiento humana.

Vinculación con la industria

Para la Doctora Palomares, quien junto con el director del IBt, el Doctor Octavio Tonatiuh Ramirez, encabeza la planeación del proyecto del LAAMB.

México está en un papel de liderazgo en Latinoamérica en el área de medicamentos biotecnológicos, aunque lo que le falta al país es  tener desarrollos propios.

“Poco a poco se van a ir desarrollando cosas más complejas. El futuro de la biotecnología en general está en la mira de diferentes áreas, como vectores de terapias génicas o terapias celulares, que van más allá de las proteínas. Los medicamentos biotecnológicos van a ser cada vez más complejos y van a requerir que laboratorios como éste se mantengan siempre en proceso de renovación y que en México existan  las metodologías adecuadas para hacerlo”.

Se calcula que en todo el mundo, más de  300 millones de personas se han beneficiado de las terapias biotecnológicas.

“Cuando uno desarrolla un medicamento en general, se tiene que demostrar su eficacia clínica. Esto se hace por medio de pruebas preclínicas, que comúnmente se hacen en animales y después se evalúan en pacientes. En el caso de los medicamentos biotecnológicos, las proteínas son entes mucho más complejos que un producto químico. Entonces, parte de su desarrollo  tiene que ver con tener una caracterización extensa de las proteínas y buscar en específico correlacionar su desempeño para identificar el efecto de posibles cambios que pudieran existir en las proteínas y si eso afectaría su eficacia clínica”, señala la investigadora.

Es así que lo que se hace en el laboratorio es apoyar el  tránsito desde  que una molécula se descubre hasta que se pueda utilizar en pacientes humanos, para después obtener el registro otorgado por la COFEPRIS y ponerla en el mercado.

Algo que caracteriza al LAMMB es la conjunción de metodologías, el número de análisis y la caracterización extensa; procedimientos que en conjunto, no podían hacerse antes en el país, según acota la Doctora Palomares.

“Lo que hace único a este espacio es  la capacidad de conjuntar una serie de técnicas, metodologías que en la academia se utilizan rutinariamente, pero que normalmente habían sido restringidas a expertos. Lo que hace el laboratorio es poner al alcance de la industria este tipo de herramientas”.

La especialista explica además que otra parte fundamental de los objetivos del laboratorio es que pavimenta el camino para que desarrollos tecnológicos de científicos mexicanos lleguen al mercado, pues para ella la manera de facilitar esta ruta es volverse interlocutores de investigaciones de académicos que pueden llegar a ser medicamentos biotecnológicos y resolver alguna necesidad de salud propia de México que tal vez no haya sido del  interés de las transnacionales que desarrollan la gran mayoría de los medicamentos que están ahora en el mercado.

“También al estar insertos en un instituto de investigación se favorece el intercambio con otros investigadores, no sólo de la UNAM. Finalmente el conocimiento académico tiene que servir para apoyar el desarrollo tecnológico nacional”, finaliza.

kal

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