Hay un punto brillante en el firmamento que no es igual a los demás y que atrae las miradas de millones de personas en todo el mundo. Durante miles de años, este pequeño destello luminoso no despertó mucho interés; luego pasó a ser el último planeta conocido. Desde comienzos del siglo XVII, cuando lo empezamos a observar con telescopios, se ha convertido en un ícono de la pasión por la astronomía.

Saturno ya no es el último planeta del sistema solar, ni el más grande, pero sigue siendo el protagonista en las noches despejadas. Si tiene oportunidad durante estas noches, cuando se ponga el Sol levante la mirada unos 45 grados en dirección al suroeste.

Allí se verán dos puntos brillantes. El de la izquierda es Antares, la estrella más brillante de una de las constelaciones más fáciles de reconocer en el cielo: Escorpión. El destello de la derecha, 550 años luz más cerca que Antares, es nuestro majestuoso vecino anillado.

A simple vista es imposible ver sus anillos. De hecho, en las primeras observaciones de Saturno hechas con un primitivo telescopio, Galileo Galilei jamás imaginó que lo que veía como lunas compañeras a lado y lado del planeta pudiesen ser anillos.

Debido al movimiento de los cuerpos en el sistema solar, la forma como vemos a Saturno desde la Tierra va cambiando y, por tanto, hay un momento en el que los anillos prácticamente desaparecen porque los vemos de perfil, como si miráramos una hoja de lado.

Galileo fue testigo de esto y se sorprendió al ver que las supuestas lunas habían desaparecido. Se necesitaría un telescopio más potente para identificar que Saturno tenía anillos y que, en una especie de hula hula planetario, estos se mueven a casi 50.000 kilómetros por hora. Saber de dónde provienen ha sido una gran motivación para explorar de cerca a Saturno.

Hace más de tres décadas nos adentramos por primera vez a explorarlo con naves espaciales no tripuladas. El Pionero 11 (Pioneer) y las sondas Viajero 1 y 2 (los Voyager) sobrevolaron este gigante gaseoso y vimos detalles de su sistema, con un planeta, 62 lunas y millones de partículas conformando los anillos.

Recientemente, la nave Cassini encontró que los anillos tienen una especie de atmósfera y descubrió un nuevo anillo y una serie de microlunas en la parte externa de otro ya conocido. La última sorpresa se dio en el año 2009 cuando el telescopio espacial Spitzer encontró un superanillo de 13 millones de kilómetros de diámetro (más de 30 veces la distancia entre la Tierra y la Luna).

Lo que sigue generando curiosidad en los científicos es el mecanismo preciso de formación de los anillos.

Pese a que otros planetas como Júpiter, Urano y Neptuno también poseen sistemas de anillos, Saturno nunca dejará de ser el gran ‘Señor de los anillos’.

kal

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