Volatilidad, incertidumbre y turbulencias es lo que caracteriza al 2017. Aunque también oportunidad, innovación y capacidad de emprender y arriesgarse. Este año, en que el IPADE cumple 50 de su fundación, es como un maremágnum: bravío, desafiante, inédito y emocionante.

El crecimiento mundial no es tan malo como parece. Pero el sistema económico ha fallado en la equidad, la igualdad de oportunidades y la justicia. En el aspecto político los votantes se han rebelado contra las élites. Y las élites no aciertan a entender el fenómeno, y mucho menos a cavilar que su manera de dirigir debe evolucionar

En México estamos viviendo ya un año en el que la inflación repuntará, los intereses subirán y se verán afectados tanto nuestro mercado interno como el externo.

Los choques políticos con motivos de ajustes y reformas económicas, continuarán. En tanto que los irresueltos problemas de la violencia y el crimen organizado lastran el desarrollo de la nación.

La percepción de la corrupción ha llegado a cotas nunca antes vistas. Y se hace necesario, por todo ello, un acuerdo social, político y económico nacional de gran alcance, para avanzar decididamente en la lucha anticorrupción, la reforma educativa y el Estado de derecho.

El país tiene una dimensión económica y política que asumo no nos permite hablar de la existencia de un gobierno fallido en el futuro, pero que sí requiere de ajustes mayores para poder capear con el temporal que las circunstancias internas y externas nos están señalando.

El problema de la deuda pública sigue rondando, y la viabilidad energética y social del país tiene retos inminentes: estas alarmas ya se han disparado.

Pero lo esencial en este año 2017 no es el crecimiento económico, el desarrollo tecnológico o los desafíos de un sistema decadente en el mundo globalizado. El reto que enfrentamos se da en el aspecto personal.

No son las cosas las que nos dan valor, aunque muchas veces nos refugiemos en ellas. Somos nosotros los que damos valor a las cosas y sentido al tiempo. Por ello debemos ponernos a nosotros mismos en primer lugar. La mejor manera de contribuir al desarrollo de México, de lograr la paz nacional e internacional y de mejorar en la justicia, la libertad y las oportunidades para todos, esta construirnos, cada una y cada uno de nosotros, de manera más humana, racional y trascendente.

Debemos ver nuestra vida como una totalidad en su conjunto, que está destinada a una trascendencia que supera el tiempo y el espacio. Pero es en este espacio y este tiempo en el que debemos construirnos a nosotros mismos a conciencia y en conciencia. Esto quiere decir que debemos proponernos, cada una y cada uno personalmente, y en conjunto con nuestras comunidades familiares, organizacionales y sociales, dar un salto hacia delante en las cualidades que nos hacen más humanos y aumentan nuestra capacidad de influir en los ambientes que nos rodean y ser generadores de valor humano y social, para nosotros mismos y para los demás.

Acerquémonos unos a otros, sepamos pedir ayuda, busquemos lo que nos potencia y nos hace mejores, más generosos, menos interesados; más innovadores y disruptivos, menos conservadores y miedosos; más propositivos y emprendedores y menos extractores y consumidores.

Estamos aquí en esta gran comunidad, grande no por su tamaño sino por sus propósitos, para hacer algo noble, perdurable y novedoso que nos haga más humanos a todos y más generadores de valor personal y social.

En los 50 años del IPADE esta es mi invitación, es este nuestro desafío compartido. Hagámoslo real.

El autor es profesor decano del área de Entorno Político y Social de IPADE Business School.

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