¿Cómo hacemos para que lo que gastamos  en el crecimiento de nuestros niños, sea una verdadera inversión para todos? La respuesta es simple y es el resultado de una ecuación que se desarrolla en la infancia de los seres humanos.

El aprendizaje de una persona comienza en la primera infancia, mucho antes de que empiece la educación formal y continúa durante toda la vida. El aprendizaje temprano engendra el aprendizaje posterior y el éxito temprano genera el éxito posterior.

En otras palabras, los primeros cinco años de un niño son decisivos ya que es la etapa en la que el cerebro desarrolla las habilidades cognitivas y conductuales que definirán el éxito de la persona en la escuela, la profesión, la salud y el resto de su vida. Mi trabajo, junto con un equipo de economistas, psicólogos, estadísticos y neurocientíficos muestra que el desarrollo en la primera infancia influye en la economía, la salud y las consecuencias sociales para los individuos y la sociedad que conforman.

Nuestro futuro económico depende de brindar las herramientas necesarias para el desarrollo social y para la creación de una fuerza laboral altamente educada y capacitada. Sin embargo, ¿qué pasa con las familias pobres que viven en un entorno sin oportunidades de crecimiento? El azar de nacer en una determinada familia constituye ya una fuente importante de desigualdad y si la sociedad es capaz de intervenir en una edad temprana, puede mejorar la salud de los niños desfavorecidos. La intervención temprana fomenta la escolaridad, reduce la delincuencia, promueve la productividad de la fuerza laboral y disminuye el número de embarazos entre las adolescentes. Se considera que esas medidas presentan una relación costo/eficiencia muy beneficiosa y constituyen una inversión altamente productiva.

Invertir en la educación en la primera infancia es una estrategia rentable, incluso en  crisis presupuestaria
El crecimiento económico de una sociedad y sus familias sólo se logrará mediante una acertada inversión de fondos públicos y privados. Los datos muestran que una de las estrategias más efectivas es la inversión en los niños que están en situación de riesgo. Los costos a corto plazo se ven compensados por beneficios a mediano y largo plazo como la reducción de la necesidad de educación especial, mejores resultados en el ámbito de salud, menor necesidad de servicios sociales, reducción de costos de justicia penal y lo más importante, más  autosuficiencia y productividad de las familias.

Es lógico; “Dale pescado a un hombre y comerá por un día, enséñale a pescar y comerá por siempre”. Si los programas sociales y las políticas públicas se enfocan en la búsqueda de un desarrollo temprano óptimo y saludable, el resultado serán adultos productivos que generarán una fuerza laboral capacitada que aportará al bienestar económico de la sociedad. Esto debería ser el proyecto prioritario de cualquier gobierno para aumentar la productividad y reducir la desigualdad a la vez. En esta ecuación es necesario considerar que hay un gran potencial latente en cada persona y su desarrollo depende de la inversión y apoyo que se le brinde durante la primera infancia. Asimismo, existen cuatro ejes clave que todo programa social que busque implementar estas medidas debe tener:

1.      La ayuda a los niños desfavorecidos de edades de cero a cinco debe ser la prioridad.

2.     Contar con personal profesional que se concentre en el desarrollo de las habilidades cognitivas y sociales en los niños pequeños.

3.     Ofrecer apoyo y educación a los padres que buscan el desarrollo óptimo de sus hijos. (1)

4.     Recopilar y analizar datos sobre el desarrollo del niño durante el programa y verificar con frecuencia el progreso estudiantil después del programa.
 La gráfica ilustra de manera explícita y comprensible la manera en la que se debe de realizar la inversión en la primera infancia. Como se puede observar, los primeros cinco años requieren de mayor apoyo e inversión y posteriormente va disminuyendo. ¿Por qué? Porque para ese entonces la persona ya cuenta con las habilidades cognitivas y sociales para explotar su potencial, representando una fuerza que impactará en la economía de la sociedad y promoverá la autosuficiencia y sustentabilidad de las familias.

Ahora bien, es importante ahondar en dos problemas en los que impacta la intervención adecuada en la primera infancia: la salud y el crimen. Tener un desarrollo óptimo de las  habilidades cognitivas, la inteligencia emocional y el autocontrol en los primeros cinco años, propicia que la persona tenga un sentido más claro del cuidado de su propia salud y la percepción de lo que está bien y lo que está mal, reduciendo la incidencia delictiva en la sociedad.

En definitiva, las bases para que una persona tenga éxito se conforman muy temprano en la vida. Las diferencias en las habilidades surgen antes de que empiece la educación formal y con el paso del tiempo resulta más complicado remediar dichas desigualdades. Por lo tanto, intervenir desde la primera infancia y construir una base sólida de habilidades (cognitivas y no cognitivas) que permitan un mejor desempeño a lo largo de la vida académica y establezcan un mayor compromiso con la sociedad, parecer ser la mejor estrategia para formar ciudadanos activos, que formen parte de la fuerza laboral, que aporten a la economía de la sociedad y representen los beneficios de una necesaria inversión para la sustentabilidad de las familias y el fortalecimiento de la sociedad.

*Premio Nobel de Economía 2000.

1) Este punto es de suma importancia ya que la barrera más grande para la inversión pública en la primera infancia no son los gobiernos, sino las desventajas de las familias y los padres que las conforman, careciendo de la educación y orientación para realizar la inversión correctamente.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses