Por muchos años, los mexicanos tuvimos ideas y pensamos proyectos que llegaban más lejos que la realidad estructural de nuestro sector petrolero.

Hoy, los roles se han invertido. El nuevo modelo energético mexicano transformó tan rápido la manera de operar del sector que la nueva realidad estructural llega más allá que muchas de nuestras ideas.

Ni cuenta nos hemos dado, al estar obsesionados dándole seguimiento a los indicadores de corto plazo, pero nuestra realidad ya rebasó a nuestras ideas.

Un buen ejemplo es nuestra manera de dimensionar. Si vamos a analizar cuánto estamos invirtiendo en exploración y producción, nos referimos a cuanto ha invertido Pemex en el pasado.

Si vamos a pensar sobre cuánto produce Pemex, inevitablemente terminamos pasando por los años de gloria de Cantarell.

Lo mismo sucede con nuestras reservas, nuestro ritmo de perforación y prácticamente cualquier indicador que se nos pueda ocurrir. Medimos las cosas, hacia adelante y hacia atrás, en ‘X veces Pemex’—una medida que sólo pudo haber sido suficiente en una realidad que, desde la Ronda 1, ya no existe.

Para ser justos, el número de ‘veces Pemex’ siempre será una métrica interesante. Comparar el pasado con el futuro, si se hace con honestidad intelectual, genera buenas oportunidades de aprendizaje. Pero ver al futuro con ojos de pasado genera una tensión innecesaria que fácilmente se puede convertir en pesimismo.

Si pensamos, por ejemplo, que el máximo histórico de inversión petrolera en México fue de más de 16 mil millones de dólares (en 2014) y que fue financiado en buena parte con deuda, pretender llegar a una meta de inversiones de 640 mil millones de dólares en sólo 24 años genera una sensación de impotencia.

Representaría sostener, en promedio, inversiones equivalentes a 1.6 veces las inversiones de 2014 de Pemex en exploración y producción, por 24 años seguidos. Es un reto quijotesco, si sólo se ve desde la lógica del pasado.

La realidad ha cambiado. Siguiendo las ideas que como país tuvimos, promovimos y defendimos hace unos años, la ley permite que sea un conjunto de motores, no uno sólo, el que mueva las inversiones, la exploración y la producción petrolera en nuestro país. ¿No sería buen momento, entonces, de sacudirnos a las ‘veces Pemex’ como parámetro único de éxito y factibilidad?

Lo que desde la perspectiva individual es imposible —como incrementar sostenidamente sus inversiones en 60% de aquí al futuro— es, de hecho, un reto manejable para toda una industria.

Desde la perspectiva global, el reto representa atraer 2.4% de la inversión petrolera (CapEx) en exploración y producción. Implica incrementar en 0.5% nuestro market-share de inversión actual. Si las rondas licitatorias mantienen el ritmo y el nivel de éxito, es un futuro no sólo alcanzable sino probable.

El ejemplo ilustra la importancia de escoger y hacer propios las ideas y los indicadores que realmente correspondan a nuestros tiempos.

Al final del día, lo único que separa en este ejemplo al escenario optimista del pesimista es que, en el primero, las ideas —su manera de dimensionar— ya se emparejaron a la realidad y se preparan para rebasarla de nuevo. El pesimista se quedó atrás.

Director de información de PulsoEnergetico.org

Google News

Noticias según tus intereses