Gustavo Tomé no es un empresario común. Cuando no está viendo el valor de los metros cuadrados en el nuevo desarrollo de su fondo inmobiliario, está viendo cómo integrar la cadena de valor de su empresa de páneles solares, evalúa las condiciones de la compra de un terreno, ajusta su agenda con su secretaria, monitorea sus inversiones financieras, entrevista al director de su empresa de software, o calcula la trayectoria de un cohete alrededor de la Luna.

Bueno, esto último no, aunque es capaz de hacerlo.

La vida en los negocios le ha enseñado a este ingeniero físico cómo llevar varios negocios a la vez sin entorpecer la ejecución. Para llegar a este punto tuvo que pasar por muchas lecciones aprendidas en viejos negocios. Uno de sus “hijos”, Solartec, la empresa fabricante de páneles solares que comenzó en Guanajuato, ahora cuenta con una planta en Houston, Texas. Y con la nueva ampliación en México, produce “250 Megawatts, es decir, 1.4 millones de páneles, o bien, 2 millones y medio de metros cuadrados.”

Estas analogías son muy comunes cuando se platica con Gustavo Tomé, el empresario de no más de 40 años aborda los negocios, a veces, como un académico, a veces como un financiero, pero siempre como un analista.

Todos los negocios son financieros. Los ocho monitores frente a su asiento en su oficina lo delatan. Su formación entre los números como ingeniero físico le han enseñado una cosa: “qué herramientas usar para resolver cualquier problema”. Considerado él mismo como un emprendedor está lejos de ser un empresario pequeño. Tiene negocios donde vea valor. Es fácil decirlo, pero se dedica justamente a eso: “Mi trabajo es analizar oportunidades.”

Parece algo obvio para un hombre de negocios, pero Gustavo lo toma muy en serio. Es decir, no le dedica demasiado tiempo a no estar analizando y tomando decisiones. “Problemas tenemos todos los días. Si mi problema es cómo voy a resolver un problema coyuntural. El chiste es que tenga cuatro maneras diferentes de resolverlo. Es una manera de pensar.”

“No era que yo quisiera dedicarme a la física. No me veía en un laboratorio viendo cómo un cohete tenía que tomar una trayectoria determinada. Lo que quería era entender qué herramientas debía usar para resolver un problema; cualquier problema.”

Pero no se trata de llegar a un consenso.

Por ejemplo, en su oficina en Ferrocarril de Cuernavaca, en Lomas de Chapultepec, el letrero afuera del edificio se lee “Némesis”.

Se trata del fondo de inversión inmobiliaria encargado de varios desarrollos en zonas turísticas; quizá el negocio que le ocupa el mayor tiempo de su agenda.

En sus juntas, se puede dar que “le maten al gallo a alguien”. Es su manera de referirse a que son los argumentos los que se debaten, aunque a algunos se les caigan.

Se trata de usar su “capacidad de integración de información y de permitir la discusión de cómo vamos a resolver el problema. Pero no es consenso. Es la mejor decisión encontrada de manera en equipo.”

Lo demás se puede delegar. “En Némesis, tengo mis indicadores clave: no delego la adquisición de las propiedades, la métrica del proyecto original, ni el proyecto arquitectónico. Después, delego todo.”

Por eso, cuando discute un desarrollo, como el Elite Residences Puerto Cancún, define muy bien los 38 tipos de departamentos y el costo/beneficio de cada metro cuadrado. Si se tiene terraza, si cuenta con más área común; todo en relación a la rentabilidad de los metros cuadrados. Es decir, la manera más adecuada para que sea más rentable: el momento donde se une la ingeniería y los negocios.

Solartec. Si bien, en negocios como los fondos Némesis y DaVinci, o su participación en el banco español Liberbank (el 8%, junto con Ernesto Tinajero) lo ponen en las grandes ligas, prefiere mantener un perfil bajo. Pero si se trata de dar entrevistas para temas como la energía renovable y su empresa de fabricación de páneles solares: SolarTec, se ha prestado a aparecer en televisión y en más medios masivos.

Muchas veces, los entrevistadores no se dan cuenta que tienen frente a ellos a un millonario mexicano con probablemente más peso en otros sectores. Pero el que le apasiona, se nota, es la energía renovable.

Dedicarse a este creciente sector es para muchos un volado. El panorama parece incierto para este tipo de energías. Sin embargo, Gustavo Tomé, con todo el análisis detrás, tiene una postura ante los factores que no se pueden medir: tomar (o no) el riesgo.

Tanto análisis a veces deja de lado cómo es que el tomador de decisiones debe afrontar sus opciones: abrazando el riesgo.

No cualquier riesgo, sino el riesgo informado. El que ha sido producto de un estudio a fondo. Así, Gustavo ve negocio donde quien sigue el libro de texto no lo ve.

Uno de los ejemplos más claro es SolarTec. La decisión fue a partir, de nuevo, del análisis. “La energía lo consume todo mundo. Tenía que ser algo corresponsable con nuestro entorno, con los socios, con los empleados. Entonces tiene que ser energía limpia.”

En ese momento, 2009, en México se podían comprar una hidroeléctrica, generadores, tecnologías disruptivas. Encontraron, su equipo y él, que no había nada en equipos de generación fotovoltáica, o no de los volúmenes que Gustavo gusta. Menos de 0.1% de la energía en México se produce con energías renovables, mientras que en otros países como Alemania el número llega a tres o cuatro puntos.

Según lo suele decir en varias entrevistas, si se utilizara 1% de toda la superficie del desierto de Sonora se podría producir suficiente energía para todo el país. Con esto en mente, es claro que se trata de un mercado que está creciendo y que virtualmente no tiene tope.

En 2010 instaló sus primeros páneles a su propia madre. La casa cuenta con un equipo completo, todo con las certificaciones TIR 1 (la de más alta calidad de fabricación). Con esta tecnología, la energía excedente que no consume su madre se lo puede regresar a CFE y ésta se lo descuenta de su gasto total. Así su recibo llega con un descuento atractivo, sobre todo si se trata de la tarifa DAC (Doméstica de Alto Consumo) que no cuenta con un subsidio tan jugoso como el resto de las residencias.

La puesta de SolarTec no se limita a las casas. Donde ven más beneficio para los clientes es en la industria y en inmuebles comerciales (algunos que ha construido por medio de Némesis). Además de los páneles, han integrado el resto de los componentes, así los instaladores pueden ofrecer los equipos completos.

Se trata de un bien capital. Los clientes están conscientes que se trata de un equipo con garantía de 20 años. Es para ellos una inversión. Una de las tesis de Gustavo Tomé es que en México está creciendo la clase media y que puede tener acceso a estos productos.

Otras de las tesis con la que está de acuerdo es la de integración. “En 2013 hicimos la primera adquisición de integración.” Se refiere a que después de un par de años y probar el producto seguía con la convicción en SolarTec.

Esta vez, al comprar Photovoltech, una fábrica de celdas en Bélgica. Y al siguiente año, 2014, compraron la integración anterior: “una fábrica de silicio alemana, uno de los precursores para las celdas fotovoltáicas, el componente principal de los páneles”.

Por si fuera poco, de acuerdo a lo aprendido en Management of Technology en el MIT, se internacionalizó. Aunque ya tenían algunos clientes fuera, esta ocasión se trató de fabricar fuera de México. “Compramos otra fábrica en Francia, una robotizada. La montamos en Houston.” En lo que crece el mercado en el país, cuentan con un mercado ya establecido en Estados Unidos. Como cereza del pastel, compraron una planta más para México.

Queda claro que no se trata de un emprendimiento chico. Todo lo contrario. Está pensado para el largo plazo y al que el mismo Gustavo le dedica mucha atención. El siguiente paso: “África”, me dice con una sonrisa.

SolarTec es un negocio como siempre había querido Gustavo Tomé: donde él estableciera el modelo de precios y que sea la gente quien lo busque. El único fabricante de páneles fotovoltáicos de capital mexicano. Era algo que había aprendido del negocio familiar: lo que no quería volver a hacer. SolarTec justo coincidió con la separación del antiguo negocio que les dejó, a su madre, su hermano y a él, su padre, seis años antes.

Maquila T. A la muerte de su padre, Gustavo, con 16 años, mientras estudiaba Ingeniería Física (IFI) en el Tec de Monterrey, en Monterrey, donde supo que su vida ya no sería igual. Además de la pérdida personal, finalmente fue consciente de que ya no contaba con la red de protección que le daba su padre.

Hoy, casi siempre de traje oscuro, a menos que se trate de ir a alguna playa para supervisar algún desarrollo turístico, está lejos de usar las marcas que alguna vez maquiló la empresa familiar: Abercrombie & Fitch, GAP, Old Navy, entre muchas otras que terminaban en los aparadores de las tiendas en Estados Unidos. Ya no quiere saber mucho de esos negocios.

La empresa familiar era básicamente una maquiladora. “El modelo de negocio que nos dejó mi padre era para atender el mercado nacional. Tenía todo el sentido del mundo convertirlo en exportadora. Cambiamos la cartera de clientes por algunos como Sassoon, Ralph Lauren, Old Navy, prendas ya confeccionadas.”

Se encontró con una realidad que muchos no quieren ver: este negocio está apalancado con el bajo ingreso de los empleados.

“Si pagas poco, tienes gente de cierto perfil con los que no vas a desarrollar grandes negocios, porque ellos no podrán comprarte los productos. Si pagamos bien, tenemos empleados bien pagados que pueden comprar nuestros productos y crecen las empresas.”

*** Cuando Gustavo me muestra su oficina se nota especialmente contento.

Cada una de sus ocho pantallas tiene una función: casi todas financieras. Su hobby apostar por empresas a las que les inyecta capital, sobre todo si se trata de sus propios emprendimientos, sin importar el rubro, sino que él vea valor en la inversión.

El primer emprendimiento de Gustavo fue ser un proveedor de internet, antes de terminar la universidad, en tiempos del Dial-up, la tecnología que hacía ruidos de fax cada vez que te conectabas.

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