En esta vida todos necesitamos a alguien que nos haga ver que estamos equivocados.

Mis compatriotas que votaron el 1 de julio me han enseñado una gran lección.

Le dieron a AMLO un mandato claro y contundente: estamos hartos de más de lo mismo y queremos un cambio a fondo.

Yo no vi venir el tsunami en las dimensiones en que ocurrió.

Estaba en las encuestas. Javier Márquez en https://oraculus.com.mx nos lo mostraba día con día, pero los escépticos nos atuvimos a esquemas de análisis tradicionales: ‘la elección se va a cerrar’, ‘el día de la elección la maquinaria priísta se va a robar los votos’ y así por el estilo.

Todas las previsiones de quienes partimos de un análisis prejuiciado volaron en pedazos con el 53.5 por ciento de los votos a favor de López Obrador.

Los electores lo tuvieron claro desde el principio: que se vayan los de siempre y venga uno que no haya ocupado la Presidencia. AMLO ya había sido jefe de Gobierno de la CDMX, pero los electores decidieron darle una oportunidad en la silla del águila.

Los ‘expertos’ han iniciado su interpretación de los hechos: el voto significa este tipo de cambio y no el otro.

La hermenéutica es el arte de explicar textos o escritos, de descifrar mensajes en las obras sagradas. En la antigua Grecia, el dios Hermes era el encargado en el Olimpo de llevar los mensajes secretos a sus destinatarios y una vez con ellos era el que debía descifrarlos.

AMLO le supo tomar el pulso a los electores y colocó tres mandamientos como mensaje central: No robar, no mentir, no traicionar. Interpretó los significados ocultos para las élites y evidentes para las masas. Los electores le creyeron y le dieron un voto de confianza para encabezar el cambio.

AMLO acertó en ubicar la corrupción como el cáncer social y en posicionarse como quien podía combatirlo. Arriba, los especialistas teorizaron: ‘ya pactó’, ‘se van a quedar impunes EPN y su pandilla’. Abajo, la gente le creyó a AMLO porque saben que vive una vida de clase media sin ostentaciones y que no persigue el enriquecimiento personal.

Todo lo demás de la campaña se volvió secundario. Teniendo enfrente una clase política que se ha vuelto excelsa en robar, mentir y traicionar, y a un élite económica que desprecia a su propia gente, AMLO ganó de calle.

La escritura también dice: ‘Quien tenga oídos para oír, que oiga; quien tenga ojos para ver, que vea’.

Mea culpa. No quise ver lo evidente. Yo me equivoqué al menospreciar el hartazgo, la ira ciudadana y me fui con la finta de quién era el más calificado, quién era el más preparado, quién prometía investigar a Peña (¡asignatura pendiente, por cierto!). Cometí los mismos errores de los estrategas de Hillary Clinton.

Felicito a Andrés Manuel López Obrador, presidente de todos los mexicanos, mi presidente. Me felicito de que los mexicanos tengamos un presidente que se propone hacer valer la justicia, la solidaridad y la equidad por encima de la corrupción, la violencia y la impunidad.

Ya sabemos cómo y porqué llegó. Ahora todos queremos saber qué va a hacer y cómo lo va a hacer. Y tenemos que preguntarnos cuál debe ser nuestro papel constructivo en la transformación de nuestro atribulado país, que hoy tiene motivos para celebrar.

Posdata. AMLO es humano y también necesita a alguien que le haga ver cuando esté equivocado, sin que esa persona sea fulminada por la ira del Olimpo. ¿Quién será esa persona? ¿Quién le puede decir —señor presidente, usted está equivocado, tiene que rectificar y reconocer que estaba en el error…? ¿Cómo se llama y cómo se apellida? ¿Existe?


Profesor asociado en el CIDE.
@ Carlos_Tampico

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