Ya empezó la andanada de profecías apocalípticas en la ruta hacia las elecciones presidenciales del 1 de julio de 2018: que si los hackers rusos, que si el ‘Chávez mexicano’, que incertidumbre y volatilidad en los mercados financieros, que el éxodo de las inversiones, etcétera.

Tengo para mí que el mayor peligro para México es seguir por la ruta del gobierno del PRI: corrupción desmedida totalmente impune, violencia que ha causado más de 100 mil muertos, distorsión de contratos con el gobierno federal y de algunos estados para canalizar dinero de obra pública a las campañas de candidatos priístas y, recientemente, reformas legislativas para criminalizar a la disidencia política, a los movimientos sociales opositores y a los ciudadanos que investigan los latrocinios gubernamentales.

Cuando el gobernador Javier Corral se faja los pantalones e investiga los desvíos de dinero público hacia el PRI, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público responde cortándole la entrega de recursos a los chihuahuenses.

El PRI ha auspiciado, cobijado, y protegido el saqueo. Y cuando éste se denuncia, en lugar de investigarlo, se van contra quien señala a los presuntos responsables.

México tiene que verse en el espejo de Honduras. El presidente Juan Orlando Hernández se empeña en reelegirse contra lo estipulado por un artículo pétreo de la Constitución hondureña, que prohíbe la reelección. Primero violentó la legalidad para que una sala le autorizara contender de nuevo, y luego tras la elección del 26 de noviembre de 2017, distorsionó el conteo de los votos para revertir su derrota en las urnas.

Es el actual presidente hondureño quien ha generado la inestabilidad política en su país, como lo advierten distinguidos hondureños en la entrevista que difundió la periodista @aristeguicnn: https://cnnespanol.cnn.com/video/cnnee-aristegui-intvw-tirza-flores-elecciones- honduras-salvador-nasralla-juan- orlando-hernandez/.

Aquí no hay reelección presidencial, pero sí el intento de imponer el continuismo de un grupo político que sirve a sus intereses y a los de sus socios de la oligarquía mexicana.

Aquí meten las manos todas las superpotencias, y es inaceptable cualquier atisbo de intromisión, sea de Rusia, de Estados Unidos o de cualquier otro país. Es inadmisible que Moscú promueva que hackers a su servicio planten noticias falsas, de la misma manera que es imperdonable que desde Washington se intente dictar la estrategia anticrimen a aplicarse en México, o que el gobierno mexicano se doblegue ante Donald Trump a cada paso para asegurar la cada vez más esquiva continuidad del TLCAN.

Sin embargo, el mayor riesgo está en casa: que el PRI y el gobierno sigan corrompiendo la vida pública, creando empresas ‘fantasma’ para robarse el dinero de los mexicanos, intimidando a autoridades y tribunales electorales, comprando votos, distorsionando facciosamente programas sociales en favor de tal o cual distrito electoral a su conveniencia.

El continuismo priísta es el mayor riesgo para los mexicanos. No estamos ante un Ernesto Zedillo, quien aceptó la decisión soberana de los electores. Quienes hoy detentan el poder le apuestan al operativo ‘Estado de México’, empeñados en imponer a como dé lugar un escenario donde ellos sigan ocupando Los Pinos. Temen ser investigados, juzgados y condenados a ir a la cárcel.

El continuismo priísta significa prolongar el status quo:

Que siga la violencia y la inseguridad pública. Que se prolongue el estancamiento de la economía y los salarios miserables. Que continúe el saqueo de los fondos públicos para canalizarlos al PRI.

Ése es el mayor peligro para nuestro país. Confío en que una nueva mayoría de compatriotas frenará en las urnas esta intentona.


Profesor asociado en el CIDE.
@ Carlos_Tampico

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