Mientras los dirigentes del PRD y los militantes no decidamos decirle adiós a las tribus como forma de organización, el partido de izquierda que más reformas progresistas le ha dado a México durante sus casi 30 años de existencia corre el riesgo de desaparecer en los próximos años.

Ante los resultados del 1 de julio, es imperativo que el PRD pueda plantearse una ruta que lleve a identificar las causas y compromisos para volver a conectar con la sociedad mexicana, seguir defendiendo a las mujeres; a los jóvenes; a los sectores vulnerables de nuestro país y seguir poniendo a México a la vanguardia, sobre todo ante la llegada al poder nacional de un proyecto que no puede definirse a sí mismo como de izquierda progresista, por lo variopinto y poca solidez ideológica de sus propuestas y la atadura de sus compromisos con diferentes actores políticos de posiciones conservadoras y retrógradas. Sin embargo no deben cerrarse los ojos ante el hecho de que el pueblo mexicano sí cataloga al gobierno de AMLO como un proyecto de izquierda.

Si los pronósticos de quienes afirman que la próxima Presidencia de la República caerá en posiciones populistas y antidemocráticas se vuelven una realidad, las posibilidades de un partido de izquierda progresista como es el PRD pueden ser extraordinarias, porque bien organizado será el partido que tenga mayor capacidad ideológica para detener cualquier intento de regresión democrática y además empujar las reformas por las que por años hemos luchado y hoy debemos exigir al nuevo gobierno y a la nueva mayoría legislativa de Morena, por ejemplo, la agenda de derechos de las mujeres, jóvenes y la diversidad, la baja a la gasolina y el aumento al salario.

El PRD debe definir cuál es su papel ante un gobierno de izquierda populista: a) vamos a ser oposición a ultranza, b) oposición crítica-colaborativa para empujar nuestra agenda progresista, o c) colaboradores sumisos. Cualquier decisión que se tome deberá legitimarse con la militancia y ser un mandato a los dirigentes, a los coordinadores parlamentarios hoy desaparecidos y a sus militantes, porque al clarificar la posición se generarán objetivos de fortalecimiento más efectivos electoralmente.

La lucha del PRD está muy lejos de ser concluida. Hoy a pesar de la crisis que nos dejó la elección de julio, la responsabilidad es mayor, pero la lucha será en la adversidad, por ello es indispensable un alto en el camino y hacer un balance en conjunto con nuestra militancia y la ciudadanía. Para redefinir la ruta es fundamental avanzar en reformas que fortalezcan al partido y abran las puertas a la participación ciudadana.

El 17 y 18 de noviembre el PRD tendrá su Congreso Nacional y debería mandar un mensaje claro de transformación y tomar su último tren para servirle a México. No bastará un nuevo estatuto si no hay cambios reales en las prácticas de toma de decisiones, por ello es necesario que el PRD avance en 1) Decir adiós a las tribus. La desaparición de las corrientes como mecanismo de toma de decisiones. 2) Evitar la herencia de los cargos. 3) Fortalecer las organizaciones de mujeres, jóvenes, de la diversidad y grupos vulnerables. 4) Abrir y vincular con organismos de la sociedad civil. 5) Garantizar el respeto a la legalidad. Otro punto fundamental es garantizarle al pueblo mexicano un compromiso sólido con la ética política y el combate a la corrupción.

El fondo del asunto no es el cambio de nombre del PRD, sino el cambio de prácticas para poder darle viabilidad a un proyecto de izquierda progresista.

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