Cuando teníamos la oportunidad de desmantelar un obsoleto régimen presidencial y transitar hacia un gobierno de coalición, los mexicanos decidieron y concentraron el poder en López Obrador. La pregunta es: ¿se quedará el nuevo Presidente en la comodidad del presidencialismo, como lo hicieron Fox y Calderón, o transitará seriamente hacia el cambio de régimen que prometió en campaña a través de la transformación nacional?

Por los resultados de las urnas, se antoja que se implementará un presidencialismo de añoranza; pero ojo: ése no es el mandato de las urnas. El camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones y la tentación autoritaria es una realidad. El nuevo modelo político del país debe considerar retirar el poder omnímodo del presidencialismo, y estoy convencida de que esa lucha debe darse desde una oposición responsable.

Por el bien del país, espero que éste sea un gobierno incluyente, tolerante y eficaz que cumpla con sus compromisos de campaña, como la seguridad. Sobre todo cuando, al analizar los resultados electorales, encontramos que la mayor concentración de votos se encuentra en estados de alta incidencia delictiva motivados por la idea de la amnistía pacificadora y lo que ello signifique. Las expectativas en torno a la seguridad son muy altas.

Otro de los temas es la lucha contra la corrupción y la impunidad, lucha más profunda que barrer las escaleras de arriba hacia abajo. No se es honesto por mandato o por imitación. En este tema debemos estar atentos, sobre todo porque AMLO lo presentó como la solución a todos los problemas del país.

No podemos dejar de lado que, en la nueva geografía política de la nación, el nuevo presidente cuenta con una gran legitimidad en las urnas con mayoría en el Congreso de la Unión; ese bono democrático debería ser usado realmente para fortalecer las instituciones republicanas. La República significa división real de poderes, contrapesos, por ejemplo, sistemas de justicia y rendición de cuentas autónomos, no al servicio del Ejecutivo. Esto implica transformar el sistema político del que la gente está cansada. ¿Se atreverá AMLO?

Muchos políticos le darán la oportunidad de instrumentar sus propuestas para que cumpla sus ofrecimientos; no puede ser de otra manera, porque a todos nos mueve el interés de servir al país. No dudo que el propósito de AMLO, su legítimo deseo de trascender, lo haga tomar buenas decisiones, pero aguas con atribuirle tantas virtudes al ejercicio de poder de un solo hombre, porque no es buena idea, como advierte Moisés Naím en El Fin del Poder. “El poder irremediablemente se disemina entre una multitud de agentes, de micropoderes en cuyas manos acaba degradado”, señalan en el diario El País.

El idilio de López Obrador con Enrique Peña Nieto es visible, al grado tal que el presidente del sexenio de la corrupción fue perdonado desde la campaña y ha sido elevado al nivel del estadista que nunca fue. El desencanto también es una posibilidad si no se entiende el mandato de los mexicanos.

En esta coyuntura, los partidos también deberán renovarse y asumir el rol histórico que les corresponde: apoyar todo lo que beneficie al país y oponerse a los excesos del presidencialismo que tanto daño ha hecho a México. Hay que apostar por la República.

El México al que todos aspiramos es diferente al del presidencialismo y la corrupción. Los actores políticos comprometidos debemos tomar en nuestras manos la construcción de la nueva realidad.

Ex secretaria general del PRD

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