A el fenómeno de la caravana migrante de centroamericanos no tiene precedentes. Si bien han existido movilizaciones de esta índole en el pasado, nunca se había visto ese nivel de organización ni magnitud. Son más de 7 mil hombres, mujeres y niños que buscan salir de condiciones extremas de pobreza y violencia (más de 18% del PIB de Honduras proviene de las remesas).

El rol de nuestro país en este tema es complejo, si bien el tránsito indocumentado no puede ser permitido y la soberanía de las naciones debe ser respetada, estamos ante un hecho extraordinario que exige el mayor tacto y comprensión. El trayecto es peligroso y la situación de vulnerabilidad apremia a quienes están expuestos al medio y otros factores de riesgo.

El mundo es testigo del papel de México como un actor incisivo en la región y en la comunidad internacional. Tengamos ese trato ejemplar que tanto anhelamos para nuestros paisanos en Estados Unidos.

¿Podemos culpar a quien huye de una de las regiones con mayor número de muertes violentas? Debemos pensar que, si bien están dispuestos a cruzar miles de kilómetros en una situación precaria, otro factor a destacar es la inseguridad que prevalece en algunos estados de la República mexicana. Han sido registrados casos en los que migrantes son secuestrados y victimizados al enrolados en las filas del narcotráfico y la trata ilegal de personas. Hay quienes incluso prefirieron evitar el paso por Tamaulipas y Veracruz, lo que resulta en un camino tres veces más lento, aun así, sus esperanzas de llegar a su destino no amainan.

Son enormes los riesgos que corren quienes pretenden transitar a pie la República Mexicana de sur a norte, especialmente mujeres y niños, toda vez que la relación que lleva la migración con la trata de personas, es alarmante. Es innegable que las rutas de tránsito de migrantes coinciden en muchas ocasiones con las rutas de tráfico de drogas controladas por cárteles violentos, cuyos miembros aprovechan la situación vulnerable de los migrantes para truncar su paso con fines de explotación y enrolamiento forzado en actividades criminales.

Valdría la pena recordar la “matanza de San Fernando”, donde 58 hombres y 14 mujeres fueron cruelmente asesinados en su trayecto hacia Estados Unidos, lo que provocó un movimiento social e institucional que situó a México como una “fosa común” para migrantes centroamericanos. Las cifras son alarmantes, a partir de ese suceso, en 2010, se encontraron 196 cadáveres más de migrantes enterrados en 47 fosas clandestinas alrededor del país. Después de 8 años siguen sin haber sido identificados los responsables y el terror sigue ahí, en las rutas de tránsito al mal llamado “sueño americano”.

Como mencionaba, la soberanía de nuestro país debe respetarse, pero no podemos obviarnos como individuos, recordemos esas declaraciones antinmigrantes de Donald Trump que tanto nos denigran. En la frontera estadounidense, los migrantes centroamericanos serán recibidos por más de 5 mil efectivos militares, con la amenaza de poder llegar hasta los 15 mil. Imagínese.

A final del día cada país es libre de defender su libertad y soberanía como mejor convenga, pero hoy tenemos una vez más la oportunidad de ser un país anfitrión del mundo y un referente en la palestra internacional. Es momento ya de empezar a reivindicarnos con nuestros hermanos latinoamericanos.


Analista. Facebook: Azul Etcheverry Aranda
Twitter: @ azuletcheverry

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