Chicago.- Después de meses de suspenso, el fiscal especial Robert Mueller presentó cargos en contra de tres personajes en la investigación sobre la intromisión electoral de los rusos en Estados Unidos el año pasado. El ex jefe de campaña Paul Manafort, y Richard Gates ex asesor de la campaña fueron acusados de 12 delitos, entre ellos: conspirar en contra de Estados Unidos, lavado de dinero y de mentir a agentes del FBI.

Si bien son personalidades conocidas, los cargos corresponden a actividades privadas que hicieron a favor de gobiernos extranjeros que no reportaron a las autoridades de EU, así como por encubrir esas actividades y el dinero producto de las mismas.

Pero la pieza fundamental es el ex colaborador de campaña, George Papadopoulos, quien se declaró culpable de mentir a los agentes del FBI sobre los contactos que tuvo entre la campaña de Trump y agentes rusos. Así surge el primer caso criminal que liga a la campaña con los rusos.

Para documentar el miedo, se dice que Papadopoulos está colaborando activamente con las autoridades y se sospecha que permitió grabar conversaciones telefónicas y portó micrófonos ocultos. Este soplón podría ayudar a documentar las evidencias que conduzcan a más arrestos.

Si bien el anuncio de ayer es relevante, también es prudente que la opinión pública sepa que es un proceso largo. También, que aún no hay elementos para que el presidente Trump enfrente cargos criminales o sea destituido.

Lo que sí podemos esperar es que Trump y sus minions contraataquen desprestigiando las querellas y que se desmarquen de aquellos que vayan cayendo en desgracia. Como ejemplo, la primer declaración de la vocera de la Casa Blanca desligó a la administración de las actividades por las que Manafort y Gates fueron acusados y minimizó la participación del soplón Papadopoulos. Es gracioso, este último era consejero en asuntos internacionales y se sentó en juntas de alto nivel con el candidato Trump, pero desde ayer resulta que casi ni lo conocían.

Como es debido, los acusados son presuntos responsables y no se confirmará su culpabilidad hasta que un juicio ejecute el debido proceso. Pero los investigadores del FBI tienen la capacidad de ofrecer sentencias reducidas a los indiciados a cambio de que colaboren con las investigaciones.

Por eso Papadopoulos, de sólo 30 años, está ayudando a las autoridades, pues seguro quiere pasar algunos de sus mejores años en libertad. Por lo que si Paul Manafort cede y trabaja con el FBI las querellas se acelerarían.

Es probable que este personaje se resista a aceptar su responsabilidad con la esperanza de que aun siendo condenado en una corte Trump lo saque del atolladero con un perdón presidencial, burlando de manera efectiva el proceso judicial. La posibilidad de que Trump obsequie perdones presidenciales a todos sus coaligados, incluyendo a su familia y a él mismo, es real pues así lo ha expresado. Entonces, la sombra de la impunidad seguirá presente hasta que todas las diligencias de la investigación terminen y se sepa cuál fue la postura del Ejecutivo.

Las primeras cabezas del equipo Trump cayeron, pero los peces más gordos como el presidente, su hijo mayor y su yerno aún no han sido tocados. Donald J. Trump es un hombre sin escrúpulos acostumbrado a salirse con la suya usando la intimidación, lagunas legales e ilegalidades. Su proceder y el de sus allegados durante la campaña es consistente con sus antecedentes en los negocios.

No me queda duda de que el presidente ha exhibido comportamientos inapropiados, pero eso no necesariamente conduce a delitos que, además, se puedan comprobar. Ahí es donde reside el reto del fiscal Mueller que con las primeras acusaciones comienza una nueva etapa del proceso que dictará el futuro del residente de la Casa Blanca.

Ruedan las primeras cabezas
Ruedan las primeras cabezas

Foto: George Papadopoulos (tercero de izq. a der.), en la campaña de Trump. (REUTERS)


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