Chicago, Illinois.

— La gran lección que deja la declaración de emergencia nacional del presidente, Donald Trump, que intenta desviar recursos fiscales para construir su innecesario muro fronterizo es: Estados Unidos tiene pésimas instituciones y un marco legal arcaico.

Comencemos por el principio: el Ejecutivo es terco en hacer buena su promesa de campaña sobre construir una barrera entre México y Estados Unidos.

Ante el rechazo del Congreso, el presidente decidió usar un recurso legal que data de 1976, que permite que el Ejecutivo declare estado de emergencia ante una amenaza que requiere atención inmediata. Según el Centro Brennan, estas declaraciones se han hecho 58 veces, siendo Bill Clinton el que usó más el recurso (17 veces).

Es claro que no existe una crisis en la frontera con México, que el muro es un postulado político que Trump usa para agitar su base política a la que muestra que hace todo por cumplir sus promesas y “proteger” al país. En mi texto El comunicador malvado, publicado por EL UNIVERSAL, aporté cifras duras que desnudan las falsedades del presidente.

Más allá de la lucha entre la realidad y las mentiras, lo cierto es que Trump no está violando flagrantemente la ley al apropiarse de recursos destinados a desastres naturales, tratamiento de adicciones o construcciones militares. El problema de fondo es que el marco legal estadounidense es laxo e inapropiado porque asume que el Ejecutivo actúa con verdad y bajo el interés nacional.

La diferencia entre esta emergencia nacional y otros casos reside en que antes se usaron para justificar medidas proteccionistas y políticas antiterroristas, pero no se había aprovechado en un tema doméstico tan polémico como la construcción del muro. No obstante, el recurso ha estado ahí por décadas, se ha usado, seguramente se ha abusado, y Trump, mañoso como es, aprovecha las grietas en la ingeniería institucional.

Esta no es la primera vez que este mandatario ha mostrado la fragilidad de esta nación. Al no existir una regulación que lo obligue, el presidente no presentó y nunca presentará su declaración de impuestos, ni tampoco nombró administradores independientes al frente de sus negocios que despejen la duda sobre un uso faccioso del poder que beneficie su interés.

Esta nueva declaración de emergencia será llevada a los tribunales y es probable que pierda varias instancias, que jueces federales descarten sus méritos. El presidente lo sabe y expresamente comentó que llevará el caso a la Suprema Corte de Justicia y, quizá, ahí sí gane. El hombre es un monstruo pero sabe lo que hace, recordemos que nominó a magistrados conservadores que le deben la chamba y que es poco probable que sean un contrapeso a sus deseos.

Seguramente los demócratas se rasgarán las vestiduras, dirán que Trump quiere gobernar sin contrapesos y que viola la Constitución al usurpar funciones del Legislativo reasignando partidas presupuestales. Curiosamente, no recuerdo esa indignación en ninguna de las 17 ocasiones en las que el demócrata Clinton usó ese beneficio durante su mandato. Es la inconsistencia que destruye la democracia. Soy uno en el poder y otro en la oposición.

Con esta declaración de emergencia nacional, Trump abre una caja de Pandora sobre todo si la Suprema Corte le da la razón, pues en el futuro este instrumento podría ser usado por el mandatario en turno, demócrata o republicano, para lo que le dé la gana, aun si se trata de argumentos ficticios.

En el mejor de los casos, si el muro no se construye el daño institucional está hecho, la debilidad del marco legal quedó expuesta dejando en claro que el funcionamiento de este país pendía de dos alfileres: la costumbre y la buena fe. Dos cosas que a Donald Trump no le importan ni un cacahuate.

Periodista
@ARLOpinion
***En la foto: El presidente estadounidense, Donald Trump, muestra el pulgar, al partir ayer con su esposa Melania rumbo a Mar-a-Lago, Florida, donde pasará el fin de semana (KEVIN LAMARQUE. REUTERS)

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