Más que una razón para felicitar, el Día de las Madres es una oportunidad para reflexionar. En mi vida, ser mamá es una de las más grandes satisfacciones. Mis niñas son mis maestras; me han enseñado a entender el amor incondicional en su expresión más pura.

Sin embargo, la maternidad también va acompañada de miedos, retos, dudas, creencias y patrones negativos que hemos escogido en lugar de nuestra felicidad. Y el más terrible de todos ellos es la culpa.

Nadie nace sabiendo cómo ser madre y todas lo hacemos lo mejor que podemos, pero constantemente la sociedad nos exige ser perfectas. Es cierto que la influencia materna es piedra angular en el desarrollo humano y un factor prominente en la educación del futuro adulto.

Debemos estar conscientes de esta responsabilidad y de nuestra trascendencia en la vida de los hijos, pero también somos individuos con sueños, pasiones y deseos propios.

Convertirse en mamá no implica sacrificar otras metas en la vida; por ejemplo, el desarrollo profesional. Aun así, a la mayoría de las mujeres les resulta muy difícil combinar las responsabilidades en el trabajo y en casa.

Enfrentan una doble carga al carecer de apoyo por parte de sus empleadores, al no existir políticas corporativas que respalden a la mujer durante todas las etapas de su vida y al estar injustamente divididas las actividades domésticas de cuidado.

En México, aproximadamente el 73% de las trabajadoras es mamá. Por supuesto que es importante que el marco jurídico y las políticas corporativas promuevan la igualdad de género en el ámbito laboral y fomenten el acceso, el crecimiento y la retención de las madres trabajadoras.

También es fundamental un cambio de paradigma cultural que no condene a las madres trabajadoras, pero más importante aún es un cambio en el interior de cada mujer. ¡Basta de sentir culpa!

Debemos cambiar y evolucionar. Está en nuestras manos dejar atrás los prejuicios y el sentimiento de culpa que no permiten avanzar en plenitud. Muchas mujeres trabajadoras cargan un doble sentimiento de culpa: por no ser ni la madre perfecta ni la empleada perfecta. Sienten que no son lo suficiente para sus hijos, su jefe, sus padres y su comunidad. Mi recomendación como madre que trabaja es que no hay un “modo perfecto”. Sí es posible dejar ir el anhelo de perfección. La maternidad no se trata de cumplir con las expectativas de alguien más.

El perfeccionismo y control excesivo nos lastima a nosotros mismos y a las personas que nos rodean. Sé que todas quisiéramos ser perfectas y nunca cometer errores. Sin embargo, estamos tan ocupadas tratando de ser perfectas que olvidamos disfrutar las cosas realmente importantes en la vida. Debemos recordar que en el proceso de equivocarnos tenemos la oportunidad de seguir aprendiendo.

Así que en este Día de las Madres les deseo menos culpa y más libertad. No sean tan estrictas con ustedes mismas. Dejen de juzgar a otras personas, pero, sobre todas las cosas, dejen de juzgarse a ustedes mismas.

Espero que les regalen comprensión, respeto y oportunidades. Trabajen cada día para cumplir sus metas y que nada las detenga en su desarrollo integral. Entre más felices sean, más felices serán sus hijos. Vivan la maternidad plenamente, de una manera completa, abierta y libre.

Fundadora de la Fundación Angélica Fuentes

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