En las elecciones del martes, los demócratas ganaron la Cámara de Representantes, dándoles un enorme poder para contrarrestar las políticas del presidente Donald Trump por primera vez, pero su victoria no fue tan clara como habían esperado y Trump había temido. Si bien llevaron una clara mayoría en la Cámara Baja, y ganaron el voto popular por más de cuatro puntos, los republicanos afianzaron su control del Senado, vencieron a cuatro senadores demócratas mientras sólo perdieron un escaño republicano. No salen ilesos los republicanos, pero tampoco completamente derrotados.

Sin duda, los demócratas tuvieron un mejor resultado. Ganan las ciudades grandes y los suburbios y la base republicana queda cada vez más en las ciudades chicas y zonas rurales. Los demócratas también ganaron holgadamente en los estados de Pennsylvania, Michigan y Wisconsin, que habían sido clave en la elección presidencial de Trump. Pero también perdieron las gubernaturas y una senaduría en Florida y Ohio, estados clave en cualquier elección presidencial, que sugiere un reto a futuro para los demócratas.

La inercia claramente favorece a los demócratas, sobre todo en el voto popular, que se ve reflejado en la elección de representantes, pero los republicanos conservan estados clave, que son la llave para el Senado y para las elecciones presidenciales en 2020, cuando se vota por estados y no por voto popular. Trump no está a salvo para su reelección, pero no todo está perdido para él tampoco.

La diversidad del nuevo Congreso fue un tema de gran impacto en esta elecciones también. Habrá más candidatas mujeres electas que nunca y más grupos minoritarios, incluyendo dos diputadas musulmanas y dos diputadas indígenas, las primeras mujeres de esos grupos en llegar al Congreso. En general, los demócratas ganaron la Cámara de Representantes con candidaturas eclécticas y plurales: muchas mujeres, varios ex militares (mujeres y hombres), latinos, afroestadounidenses, blancos, árabes e indígenas, un elenco que refleja la pluralidad del país. Ahí algunos republicanos se notan preocupados para el futuro: su partido queda ahora como uno mayormente blanco y rural en un país cada vez más diverso y urbano. Los líderes republicanos que han abogado por mayor apertura e inclusión se han quedado marginados por ahora.

A final de cuentas, lo que más cambiará será la correlación de fuerzas, con la Cámara de Representantes claramente en manos del Partido Demócrata. Ahí tendrán dos opciones: pueden usar su nuevo poder para investigar y hostigar a Trump, tratando de debilitarlo antes de las elecciones presidenciales de 2020, o pueden intentar negociar decisiones de política pública. Probablemente harán un poco de las dos, investigando a La Casa Blanca por un lado y tratando de negociar presupuestos y políticas clave por el otro, pero el equilibrio entre los dos será clave, dependerá de si se ven más como un partido de oposición o uno de gobierno.

Si quieren entrar a gobernar, los demócratas en el Congreso pueden incidir fuertemente en los presupuestos, ya que todo tendrá que pasar por ellos, y pueden incidir en temas migratorios como DACA —la protección para los soñadores— y políticas fronterizas. Probablemente tendrán que darle a Trump algunos kilómetros de muro a cambio de políticas más sensatas para la población migrante y para la frontera, pero está en su poder si quieren hacerlo.

Hay señales de que el tema migratorio les ayudó a los dos partidos anoche, pero en sentido inverso. Según las encuestas a boca de urna, 48% de los votantes manifestó que las políticas migratorias de Trump eran demasiado duras, mientras otro 48% las aprobaba o quería políticas aún más duras.

El tema animó a la base de ambos partidos para que saliera a votar. Ayudó a los demócratas a ganar la Cámara de Representantes, pero también a los republicanos a mantener su control del Senado en los estados más conservadores.

Los dos líderes más visibles que basaron su candidatura en una lucha contra la migración tuvieron resultados distintos: el representante Steve King ganó, aunque por muy estrecho margen en un distrito conservador, mientras Chris Kobach, un abogado quien fue autor de legislación antiinmigrante en varios municipios y estados del país, perdió la gubernatura de Kansas, un estado muy conservador. En ambos casos, parece que los votantes rechazaron la retórica extrema contra los migrantes, aun en estados muy republicanos.

Los demócratas salen de esta elección con nuevos poderes de incidencia y con la confianza de que el electorado está cada vez más de su lado y más escéptico de Trump, pero los republicanos se afianzan en sus bases más fieles y evitan lo que pudo haber sido una derrota mucho mayor. Cómo los líderes de los partidos —y sobre todo Trump y los representantes demócratas— entienden los resultados y sus nuevos roles en la historia del país, determinará el siguiente capítulo de la política estadounidense.

Presidente del Instituto de Políticas Migratorias

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