En sólo tres años, el estado de Puebla ha tenido ya cuatro gobernadores, Antonio Gali Fayad, Martha Erika Alonso, Jesús Rodríguez Almeida (encargado de despacho) y Guillermo Pacheco Pulido, y como si eso fuera poco, en algunas semanas elegiremos a un nuevo titular del Poder Ejecutivo durante una elección extraordinaria. Esta situación empezó en 2011, cuando el entonces gobernador Rafael Moreno Valle presentó una iniciativa de ley ante el Congreso del Estado para homologar los comicios locales con los federales de 2018, de manera que, tras un proceso electoral en 2016, Antonio Gali encabezó una “mini-gubernatura” que duró sólo un año y ocho meses.

Después de este experimento político, la siguiente elección a gobernador, en 2018, estuvo marcada por una compleja, desgastante e incluso violenta campaña electoral. En ese episodio, Martha Erika Alonso del PAN y Miguel Barbosa de Morena se enfrentaron en una cruenta batalla antes, durante y después de la jornada electoral que culminaría con la impugnación de la elección ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Al final, la Sala Superior determinó con cuatro votos a favor y tres en contra que la ganadora había sido Marta Erika Alonso, esposa del exgobernador Rafael Moreno Valle.

De esta forma, el viernes 14 de diciembre de 2018 Martha Erika Alonso rindió protesta como la primera gobernadora de Puebla para un periodo de seis años y, con ello, la incertidumbre que vivió el estado desde la elección de julio hasta la resolución del tribunal electoral parecía haber terminado. Sin embargo, esta historia llena de ataques y constantes acusaciones de fraude no acabó ahí: mientras millones de familias celebraban la víspera de navidad, alrededor de las 15 horas del 24 de diciembre nos enteramos atónitos del trágico desplome aéreo en el que perderían la vida Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle, entonces senador de la República.

Este suceso, que bien podría inspirar una novela de Mario Puzo, acentuó la crisis de gobernabilidad que se había arrastrado en los últimos meses y generó aún más caos en la entidad. Jesús Rodríguez Almeida, quien fungía como secretario general de Gobierno, asumió de forma temporal el Poder Ejecutivo en tanto el Congreso del Estado elegía un gobernador interino.

Para sorpresa de propios y extraños, el cuadro elegido por el Congreso no fue un miembro de la coalición de partidos que impulsó a Martha Erika Alonso ni un abanderado de Morena, sino Guillermo Pacheco Pulido, un priista de 86 años y conocida prosapia, que tuvo la encomienda de pacificar la entidad y forjar un camino terso rumbo a la renovación del gobierno local, que sucederá sólo unos meses después, en la elección extraordinaria del próximo 2 de junio.

Así llegamos a la antesala del quinto representante del Poder Ejecutivo del estado en menos de tres años. En Puebla no sólo está en juego una elección, sino también la propia gobernabilidad, seguridad y paz que tanto añoramos los poblanos. Esta columna es también un llamado a los tres candidatos a gobernador, Enrique Cárdenas (PAN), Alberto Jiménez Merino (PRI) y Luis Miguel Barbosa (Morena), a que dimensionen el significado de gobernar un estado que sucumbe ante la violencia, la desigualdad y la falta de oportunidades. No es tiempo de buscar culpables sino de encontrar soluciones viables, innovadoras e inteligentes a los problemas que enfrenta Puebla. Que sean las propuestas, la eficiencia y la madurez lo que guíe las acciones del ganador. Nuestro estado y nuestras familias lo exigen.

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