Si bien es cierto que José Antonio Meade aparece en el tercer lugar de casi la totalidad de las encuestas, también es una realidad que varios (no sé cuántos), prefieren decir públicamente que votarán por alguien más. En pocas palabras, en estos tiempos, a muchos les da vergüenza decir que apoyan al PRI.

A pesar de esta pena que existe en un buen sector de la población, en estos momentos, a Meade difícilmente le alcanzaría para pisarle los talones a Andrés Manuel López Obrador, pero sí para buscar competirle, o incomodar cuando menos a Ricardo Anaya. Meade está un poco subestimado en las encuestas.

El candidato del Frente, de acuerdo a las más recientes estadísticas se estancó, o incluso en algunas de ellas, perdió terreno respecto a la alianza que encabeza el PRI, sin embargo, en la percepción ciudadana, sigue siendo el único que podría arrebatarle de último minuto la victoria a López Obrador.

Existe la idea de que AMLO podría sentarse, esperar, y sólo salir a celebrar; existe la idea de que el Bronco fue enviado a la boleta para quitarle apoyos al de Tabasco; existe la idea de que Margarita Zavala podría subir en los números y quitar sufragios a Anaya; existe la idea que el único fuera de competencia es Meade. En temas electorales, muchos dicen que siempre y cuando se refleje en la elección, “percepción es realidad”, de otra forma no deja de ser eso, “percepción”.

Se viene el primer debate presidencial, y con ello, la posibilidad de que tanto Anaya como Meade intenten recortarle ventaja a AMLO. En las últimas tres elecciones rumbo a Los Pinos, después de este ejercicio, las preferencias en la intención del voto se movieron, no de manera determinante, pero sí para tomarse en cuenta.

En el primer debate suele “ganar” el que tiene menos por perder. Recuerdo lo mucho que se habló de Gabriel Quadri, como candidato del Panal en el 2012, o de Gilberto Rincón Gallardo, en el 2000, por el ya extinto partido Democracia Social. En esta oportunidad, muy probablemente, tanto el Bronco como Margarita Zavala, o incluso el propio Meade, sean quienes saquen las frases más recordadas, los ataques más ingeniosos, y con suerte, acaben “venciendo”.

En el debate, AMLO deberá salir a no engancharse, si es que puede y no regresa a su pasado; Anaya, a reventar y exhibir al de Morena, si es que de verdad quiere mostrarse como el que “puede vencerlo”; Meade, a buscar ganar la dinámica, pues realmente no le puede ir peor; Zavala, a intentar demostrar que no la pusieron para “bajar” al PAN, y el Bronco, a decir majaderías, y así, con el chiste y la mofa, ganar la confrontación en el Palacio de Minería.

Es muy probable que el ejercicio del domingo lo “gane” un candidato sin posibilidades de llegar a Los Pinos, como el Bronco o Zavala. Es normal, tienen poco que perder. Sin embargo, habrá otra batalla dentro del debate, y esa la librarán sólo AMLO, Anaya y Meade. Veremos quién de ellos tres saca los mejores dividendos, independientemente del “vencedor” general.

Por cierto, con este nuevo formato de debate, (el cual celebro), puede ocurrir como en el fútbol: que el árbitro del encuentro quiera lucir más que los propios jugadores. Ojalá no veamos una competencia entre moderadores por ver quién mete más en aprietos a un candidato.

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