En las elecciones presidenciales en México ha habido pocas ocasiones en donde se haya presentado el dilema de votar entre opciones diferentes sobre los proyectos de país. Quizá en 1988 fue la primera vez, pero no había ni reglas ni condiciones políticas para una contienda justa y equitativa; la alternancia estaba vetada. La segunda fue en 2006, pero las trampas de la derecha y los errores de la izquierda llevaron a un conflicto poselectoral. La tercera ocasión es este 2018.

Se ha especulado mucho si estamos ante una disputa entre izquierdas y derechas, lo cual es difícil de reconocer por la enorme fragmentación partidista y la pulverización ideológica de las opciones en pugna. También se ha dicho que estamos ante el dilema clásico de seguir por la misma ruta que lleva el país, con algunos cambios, o si vamos hacia una alternancia. Desde el año 2000 sabemos que las alternancias se han desinflado como expectativa de transformación; las hemos tenido sólo hacia la derecha y han salido una peor que la otra. Con los gobiernos de derecha, del PRI y el PAN, el país atraviesa un presente desastroso. Otra interpretación apunta a la narrativa de la temporalidad, el Frente encabezado por Anaya señala a AMLO como un viaje al pasado; y Morena dice que el presente dominado por el PRIAN ha generado malos gobiernos y se presenta como un cambio “verdadero”. A pesar de todo, sí hay una contienda entre izquierda y derecha.

En los tiempos de campaña electoral se usan diversas estrategias para descalificar al contrario y posicionarse como la mejor opción. Detrás de tanta mercadotecnia y millones de spots domina la narrativa de la promesa y las ofertas de futuro; de eso van las campañas, de vender ilusiones y crear expectativas.

El candidato del PRI carga con la herencia de este gobierno que ha sido reprobado por la ciudadanía, ofrece más de lo mismo y no da garantías suficientes de que pueda cumplir los cambios que promete. Es parte del problema y no tiene un discurso atractivo sobre el futuro. Margarita va por Anaya y se ubica como la panista auténtica frente al impostor.

En el Frente se pueden identificar dos discursos, el primero propone crear un nuevo régimen político que tenga como instrumento un gobierno de coalición para tener más equilibrio frente al presidencialismo actual. Nos quieren vender la vieja figura de la coalición como una solución a la gobernabilidad. Sólo hay que ver lo que le pasó a Brasil, el presidencialismo de coalición por excelencia, una figura que se pudrió por la corrupción de una clase política mezquina y golpista que ha creado una “democracia sin pueblo” (Eliane Brum). Ya me imagino el desastre de ver aquí a la corrupta clase política hacer negocios bajo la careta del gobierno de coalición. No hay recetas para mejores formas de ingeniería gubernamental. El segundo discurso es sobre la temporalidad. Anaya se presenta como el futuro y dice que el proyecto de AMLO es el pasado y que será una repetición de Echeverría. Esta caricatura no alcanza a explicar de qué futuro habla el Frente, porque su careta progresista no logra tapar su cara conservadora en la continuidad del proyecto económico y el desastre que dejaron los dos sexenios panistas.

Es imposible regresar al presidencialismo echeverrista. Se puede consultar la obra de Gabriel Zaid, La economía presidencial, para entender que los recursos y capacidades casi ilimitados de que disponía el presidente, hoy no los tiene. No es posible regresar a esos años. Hasta Peña Nieto fracasó en reconstruir una presidencia fuerte. No hay que perder de vista que tanto el PAN como el PRD fueron parte de la coalición legislativa del Pacto por México, que nos dejó un conjunto de reformas problemáticas, que nos han llevado a tener uno de los gobiernos más corruptos y a experimentar uno de los momentos más violentos del país. Tanto Anaya como Meade son responsables de la actual crisis del país.

Quizá la disputa por la nación (Tello y Cordera dixit) sea hoy entre el proyecto de continuidad económica con algunos cambios de régimen político, y el de Morena, con cambios al modelo económico y compromisos sustantivos por la redistribución del ingreso. Ambos anuncian la ilusión de un futuro distinto…

Investigador del CIESAS. @AzizNassif

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