La relación de México con Estados Unidos ha sido siempre compleja y difícil. No podría ser de otra manera: la enorme asimetría y la estrecha vecindad conforman una mezcla corrosiva. Dos frases reflejan el impulso a guardar distancia y las adversidades que se experimentan cuando se tiene un vecino tan poderoso: Sebastián Lerdo de Tejada dijo que entre el poderío y la debilidad debe prevalecer el desierto, y Pierre Elliott Trudeau afirmó que vivir junto a la superpotencia es como dormir con un elefante que puede aplastarte aun cuando quiere ser afectuoso. Pero ambos sabían que no hay aislamiento capaz de vencer la fatalidad geográfica y que al gigante no se le puede enfrentar a puñetazos.

Ahora bien, si tratar con todo gobierno estadounidense es de por sí complicado, hacerlo con un presidente como Trump lo es todavía más. Su carácter hace disfuncional la ortodoxia diplomática. Es un negociador muy duro a quien no mueven las cordialidades sino la búsqueda de ganancias y quien solo respeta a quienes lo encaran con firmeza. Por eso es contraproducente actuar de buena fe o hacerle caravanas para complacerlo, y lo es más reaccionar con miedo y concesiones a sus bravatas. No, no estoy sugiriendo confrontarlo con más bravuconería -sería terriblemente torpe-, pero sí demostrarle que se tienen fichas y que hay voluntad para usarlas. Si bien el nuestro es un país más débil, nuestra cooperación es vital para el suyo, y hay que hacérselo saber. Como he expresado coloquialmente en otras ocasiones, no se trata de ponerse a las patadas con Goliat; se trata de que David agarre la honda.

El tema de la empatía merece punto y aparte. Con un mandatario “normal” suele ser útil buscar acercamiento personal, similitudes y afinidades; eso que llaman química. No es la clave para tener buenas relaciones, porque son los intereses los que las rigen, pero a menudo ayuda. El problema es que esa táctica no pasa un análisis costo-beneficio con un líder repudiado en todo el mundo y odiado por los mexicanos. Donald Trump es el hombre que nos ha ofendido una y otra vez, y lo seguirá haciendo porque eso le dio y le dará muchos votos. Si la mejor receta de impopularidad para cualquier estadista es parecerse al oligarca que reduce los impuestos de los más ricos y desprecia el ambientalismo, al tirano que separa y enjaula a los niños de sus padres migrantes, para el presidente de México -que López Obrador se vea en el espejo de Peña Nieto para que no se tropiece con la misma piedra- es un suicidio político ser percibido como amigo del enemigo. En suma, el costo de vincularse con Trump más allá de lo estrictamente formal es bastante alto, mientras que el beneficio es muy bajo puesto que los afectos y las lealtades le son irrelevantes.

Un gobernante manco es un mal gobernante: quien solo tiene mano izquierda para la muleta o mano derecha para la espada no hace bien su trabajo. Para lidiar con Donald Trump hay que usar las dos. Pero invertir en una cercanía afectiva tan indeseable como imposible es una equivocación, y proclamar la inmutabilidad de la cooperación mexicana es un grave error que equivale a tirar a la basura las buenas cartas -ante la mirada del contrincante- a la mitad del juego. Lo único que puede dar buenos resultados es diseñar una estrategia para resistir, comportarse con cortesía profesional, no permitir faltas de respeto, mover las piezas en el tablero bilateral con mucha inteligencia, recurrir a la multilateralidad con astucia y sagacidad y tener los arrestos para negociar con fuerza ante un bully que disfruta intimidar a sus interlocutores. Lo escribí en este mismo espacio: “La complejidad de Trump habita en su psiqué… Posee un ánimo de dominación del tamaño de su inseguridad y concibe la victoria como avasallamiento… Se debate entre la obcecación y la volubilidad porque su leitmotiv es imponer su voluntad, la cual cambia con frecuencia… Es evidente que en sus exabruptos e insensateces subyace un patrón conductual que tuerce la racionalidad de modo tal que su temperamento mercurial se vuelva rentable”. Entendámoslo: ni la química ni la suavidad funcionan con alguien así.

Diputado federal. @abasave

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