Para Grupo de Diarios América

A los gobiernos, que se reúnen en Nueva York para preparar la decisiva conferencia de Naciones Unidas sobre el clima en París, les pedimos que recurran a la tierra. Esta encierra un enorme potencial, en gran parte sin explotar, para conseguir los resultados de efecto rápido que de manera urgente necesitamos en los frentes del cambio climático y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

París 2015 tiene que marcar rutas e implementar paquetes de medidas que hagan posible que las emisiones de gases de efecto invernadero toquen techo en los próximos diez años y que, en la segunda mitad de siglo, alcancemos la neutralidad climática. Si recurren a la tierra, las naciones pueden conseguir, en este mismo año, resultados rápidos y transformadores.

Las emisiones procedentes del sector agrario —deforestación, emisiones de la agricultura, de la gestión de los nutrientes y de la ganadería — suponen casi un cuarto de las emisiones totales. Mejor gestionadas, las tierras pueden dejar de ser una de las mayores fuentes de emisiones y convertirse en reservorios con capacidad de almacenar entre 7 y 10 gigatoneladas de CO2 equivalente anuales para el año 2030.

Esto supone en torno a la mitad de las emisiones que debemos reducir en los próximos 10 a 20 años para lograr el objetivo internacional de mantener el aumento de la temperatura media global por debajo de 2°C. Un resultado rápido frente al cambio climático.

Actuando para evitar, reducir, capturar y almacenar emisiones, los agricultores también aumentarían la fertilidad de la tierra. Se protegerían las cosechas de unos 500 millones de pequeños agricultores que a día de hoy sustentan a 2.000 millones de personas. Muchas de estas personas permanecen en la pobreza extrema y, a medida que se acentúa la escasez de recursos naturales, aumenta su exposición al riesgo de conflictos y desplazamientos dentro y a través de las fronteras.

En definitiva, si maximizamos el potencial de la tierra y la vegetación para mitigar el cambio climático, podremos asegurar, de forma rápida y eficiente, el sustento de gran parte de una población mundial cada vez más vulnerable.

Ahí no terminan los beneficios. Mediante estas acciones para capturar y almacenar emisiones se pueden recuperar parte de los 2.000 millones de hectáreas de bosques, humedales y praderas que hemos degradado y perdido y que son vitales para la adaptación al cambio climático y la resiliencia de las comunidades. Al mismo tiempo, se evitaría roturar 3 millones de hectáreas de tierra nueva de media cada año para satisfacer la demanda creciente de alimentos hasta el 2050.

Estas acciones promoverían la biodiversidad y frenarían las grandes pérdidas de cobertura forestal y de la biodiversidad que amenazan el agua, la seguridad alimentaria y la salud. La biodiversidad es el eje central de la agricultura sostenible y de los servicios vitales que nos proporcionan los ecosistemas y que son necesarios para hacernos resilientes al cambio climático. Es también fundamental para el turismo, uno de los mayores y más rentables sectores de actividad a nivel mundial.

No se está teniendo en cuenta la importancia de la buena gestión de la tierra como solución rápida a parte del problema climático, cuando lo que necesitamos es que todos los sectores de la sociedad contribuyan a hacer posible un futuro bajo en carbono. Ignorar la tierra es más que una oportunidad de mitigación perdida, es sacrificar los beneficios cruciales de adaptarnos y reforzar nuestra resiliencia al cambio climático.

Claro que hay razones para un creciente optimismo.

Energías limpias, como la solar y la eólica, ocupan hoy un lugar significativo. En edificios y empresas se aumenta la eficiencia energética para maximizar las oportunidades y reducir los riesgos del cambio climático.

Las inversiones en energías renovables superan los 270.000 millones de dólares anuales y hay en marcha transformaciones desde el transporte a la planificación urbanística.

Aunque hay una evolución en la tecnología y en los factores económicos de la captura y almacenamiento del carbono procedente de la generación de energía, aún hay camino que recorrer. Esto ha de cambiar, así como nuestra relación con el mundo natural.

La naturaleza ha necesitado miles de años para perfeccionar su “tecnología” de captura y almacenamiento de carbono de manera segura y rentable, y generando numerosos beneficios adicionales para la humanidad.

Hoy sabemos mucho más que hace dos décadas sobre cómo gestionar la tierra y vegetación para reducir las emisiones y maximizar su absorción de carbono con sistemas fiables y verificables.

Si actuamos ahora, podremos asegurar a esta y a las generaciones futuras una excelente cosecha en términos de desarrollo sostenible, así como un mundo climáticamente mucho más seguro.

Monique Barbut es secretaria ejecutiva de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación; Christiana Figueres es secretaria ejecutiva de la Convención Marco Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático y  Achim Steiner es director ejecutivo del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente

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