Un día después del supuesto secuestro exprés y posterior asesinato en Morelos del periodista y productor Roberto Carlos Figueroa, se suscitó en Cuernavaca la oscura desaparición del obispo emérito Salvador Rangel Mendoza.

La tarde/noche del sábado pasado, Rangel salió de su casa en el municipio de Jiutepec y, según una versión, aparentemente se dirigió hacia el estado de Guerrero.

Durante la mañana de ayer integrantes de la Conferencia del Episcopado Mexicano, CEM, denunciaron su desaparición ante la fiscalía del estado –concretamente, ante la Fiscalía Especializada en Desaparición Forzada de Personas y Cometida por Particulares. Aunque trató de ser contenido, el rumor se extendió a lo largo del día y desató un escándalo en redes debido al papel protagónico que el prelado ha mantenido en los últimos meses luego de admitir que él y otros obispos se han reunido con capos del crimen organizado en un intento por detener las violentas luchas territoriales que han convertido a Guerrero en tierra de nadie.

A las 16:31, la CEM informó “con profunda consternación” que el paradero del obispo emérito de la diócesis Chilpancingo-Chilapa se desconocía, aunque de inmediato dio por hecho que este había sido privado de la libertad: “Hacemos un respetuoso pero firme llamado a quienes mantienen en cautiverio a Monseñor Rangel Mendoza para que, en un acto de humanidad y considerando su delicado estado de salud, le permitan tomar de manera adecuada y oportuna los medicamentos que requiera para su bienestar”, se lee en el comunicado emitido la tarde de ayer.

Dos horas más tarde, a las 18:25, en un nuevo comunicado, la CEM informó que monseñor Rangel había sido localizado con vida y se encontraba en el Hospital General Dr. José G. Parres de la ciudad de Cuernavaca.

Rangel había denunciado amenazas desde febrero y en entrevista con Azucena Uresti reveló incluso que estaba sentenciado a muerte. A mediados del año pasado, en una escandalosa entrevista concedida a Quadratin Guerrero, el sacerdote señaló que la violencia no terminaría en el estado mientras la alcaldesa de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández, siguiera protegiendo al grupo de Los Tlacos, y acusó a la gobernadora morenista Evelyn Salgado de haber vendido el estado al crimen organizado.

En diciembre pasado, con los obispos de Ciudad Altamirano, Chilpancingo, Acapulco y Tlapa, y ante la inacción y la incapacidad del gobierno para conseguir la paz, según dijo, tuvo conversaciones con los principales jefes criminales a fin de que se pactara una tregua: había trascendido que dos de estos grupos iban a enfrentarse en Chilpancingo por el control de las rutas de transporte. El presidente vio aquellos encuentros con buenos ojos y lo admitió en una “mañanera”.

Pero las conversaciones fracasaron tras el enfrentamiento entre la Familia Michoacana y Los Tlacos, ocurrido a mediados de febrero, que dejó un saldo de 17 muertos. La pugna arreció también en Chilpancingo con el asesinato de choferes y el incendio de unidades de transporte. Uno de los obispos declaró que habían triunfado la avaricia y la ambición.

Hace dos semanas el obispo Rangel volvió a causar revuelo al revelar que el líder del Cártel de la Sierra, Isaac Navarrete Celis, conocido como El Señor de la I y quien el prelado ha definido como su amigo, había recuperado el control de una parte del municipio de Leonardo Bravo, del que Los Tlacos y sus aliados, Los Jaleacos, lo habían despojado a sangre y fuego.

Según Rangel Mendoza, Navarrete Celis se había comprometido a respetar el territorio de Los Tlacos a cambio de que se le concediera el control total de Leonardo Bravo, puerta de entrada a la sierra.

El obispo reveló también que la mayor parte de los políticos y los presidentes municipales de Guerrero estaban pagando el apoyo que el crimen organizado les había dado durante las elecciones de 2021.

En ese contexto ocurrió el sábado pasado su desaparición.

Un comunicado de los Servicios de Salud de Morelos informa que desde la noche del domingo 28 de abril el obispo fue atendido “de manera inmediata y oportuna” por personal del hospital José G. Parres.

¿No se informó de su aparición, ni siquiera a la CEM, sino hasta casi 24 horas después, cuando el segundo boletín de la Conferencia había sido lanzado?

De acuerdo con fuentes de la entidad el obispo ingresó al hospital “con ayuda de rescatistas privados”, en calidad de desconocido y sin revelar su nombre. Aunque autoridades de la fiscalía lo visitaron ayer por la tarde, y lo hallaron bien de salud y en proceso de recuperación, “aunque sumamente deshidratado”, hasta el cierre de esta columna el obispo, según la versión oficial, no había dicho una palabra acerca de lo ocurrido.

Su abogado, sin embargo, reveló un dato extraño: que al salir la tarde/noche del sábado del fraccionamiento en que habita, Rangel Mendoza había dejado “cargando en su domicilio” sus dos teléfonos celulares.

Según la versión anunciada ayer por el fiscal Uriel Carmona, se investiga un posible secuestro exprés en el que las tarjetas del obispo habrían sido vaciadas. Periodistas locales sostienen que una de estas fue usada en una pizzería ubicada en la colonia Tres de Mayo del municipio de Emiliano Zapata.

Con el del periodista Roberto Carlos Figueroa se trataría del segundo secuestro exprés cometido en contra de personajes relevantes ocurrido en Morelos en cosa de 24 horas.

¿Tal tino tienen los secuestradores exprés en aquel estado?

En tanto aflora qué sucedió, la habitación del obispo emérito estaba sellada anoche por personal de la fiscalía y la Secretaría de Seguridad.

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