Organizar elecciones en nuestro país se ha convertido en una tarea difícil. Ser parte del funcionariado electoral es casi una afrenta, no sólo por los ataques originados diariamente, sino por la réplica de los simpatizantes, la cual en su gran mayoría es más voraz, ilógica y sin sentido que la original.

Hay un acoso del gobierno hacia el INE enfocado hacia unos cuantos miembros del Consejo General. Realmente es hacia todas las personas que lo integra y hacia la institución que organizó y reconoció los triunfos en 2018, pues se refleja en los despidos y recortes que se harán en toda la institución gracias a la reforma 2023.

Lo inaudito es el cambio de visión de las reglas. Las leyes con que se organizaron las elecciones de 2018 son las mismas que ahora son vistas como tendenciosas y corruptas. De ahí la urgencia de la reforma (“Plan B”). Parecería que se olvida que el régimen electoral -que incluye las instituciones y sus atribuciones- es el producto de décadas de lucha de la oposición, incluso, de quienes ahora son gobierno.

Hay muchas cosas sin sentido. Por ejemplo, entender que, si es tan malo el INE, por qué se le confió y respetó cuando organizó las elecciones de presidencia y secretaría general de Morena en 2020. Hoy nadie duda de los resultados.

Resulta increíble entender los ataques al INE de los electos en aquella ocasión. Incluso, se interesan más en saber cuánto es la liquidación de las y los consejeros que dejan el cargo que en dirigir a los militantes y simpatizantes de su partido -basta ver cómo en Twitter entre ellos se atacan, calumnian y exponen-.

Además están los acosos de carácter personal. No olvidemos que en 2021 pusieron ataúdes con nombres de consejeros afuera de las oficinas centrales. En 2022 no dieron los recursos económicos para organizar la revocación de mandato y en 2023 destazan a los órganos subdelegacionales, aunado al cese de funciones del secretario ejecutivo, cuando el marco legal prohíbe leyes personalizadas.

Ejemplos hay muchos. Pero, además de reparar en ello, se debe sacar fuerza de la resiliencia. Los tiempos son convulsos y difíciles de afrontar. Sin embargo, la inteligencia debe estar por encima de la descalificación, los agravios y los insultos -por ejemplo, de quienes ahora acuñan el término “mafia electoral”-.

Ante la adversidad debe imperar la diligencia y la razón.

Muchas personas funcionarias públicas, electorales y no, se sienten lastimadas, trastocadas y menospreciadas. Mas no debe ser motivo para caer en burdas provocaciones. Se debe controlar temperamentos, sin echarse para atrás y con valentía, para defender de la mejor manera a las instituciones.

La razón sobre la cerrazón.

Sí, la defensa de la institución pasa mucho por argumentos y debates frente a las provocaciones e insultos. Estos deben ser para fortalecer a la institución y nunca para escenarios personales. Lo consigna es “en defensa del INE”, esa debe ser la altura de miras. Defender con argumentos válidos, constitucionales y legales, que dejen en evidencia la pobreza de los temas y los razones para subirlos a la palestra.

Así, es pertinente decir que se necesita valentía para hacer lo anterior. Esa que requiere de preparación, estudios, capacidad de análisis y, sobre todo, temple para responder sin exalto y sin pasiones. Carácter para demostrar los muchos errores de quienes atacan a la institución y a sus integrantes, para exhibir las intenciones que en nada abonan a la democracia y al respeto al estado de Derecho.

En suma, se requiere de voces disidentes que sean capaces de exponer todos aquellos argumentos falaces que denostan al INE y a su funcionariado. Se requiere defender a la democracia frente a la embestida voraz que busca sublevar a la autoridad electoral.

¡Se requiere valentía!

Al INE lo defendemos todos, lo defienden todas.

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