En un entorno donde la volatilidad es norma, es crucial evitar especular en el corto plazo y enfocarse en el entorno y condiciones del mercado en que se desempeña la industria.

La inmediatez en nuestras decisiones financieras puede tener efectos nocivos tanto a nivel individual como empresarial.  Al adoptar una perspectiva de largo plazo en nuestras estrategias financieras, podemos cultivar una mayor estabilidad y éxito en el mundo de las inversiones. Esto implica mirar más allá de las fluctuaciones diarias del mercado y centrarse en los fundamentos subyacentes de las empresas y los activos en los que invertimos.

Un activo subyacente es el término que refiere al activo financiero real en el que se basan los contratos de inversión; puede estar compuesto por acciones, índices bursátiles, materias primas, tasas de interés, divisas y hasta bonos. En otras palabras, el elemento implícito en el que se fundamenta un contrato derivado. En ese sentido, existe un vínculo directo e ineludible entre el activo subyacente y el derivado del que se trate. Cualquier cambio en el precio o valor del activo subyacente tendrá un impacto directo en el valor del contrato derivado.

Si tomamos en cuenta que algunos de los vehículos de inversión relacionados con los activos de referencia pueden estar compuestos por acciones, significa literalmente, comprar una participación en la propiedad de una empresa; índices bursátiles que representan el estado y el rendimiento general de un mercado o sector; materias primas, que incluyen productos como petróleo, oro, maíz y otros recursos básicos; las divisas, (tal vez el más común de todos y el mercado financiero más grande del mundo) que involucra la compra y venta de monedas extranjeras; y finalmente, los bonos y tasas de interés, que representan deudas emitidas por gobiernos o empresas.

Todos estos activos vehículos de inversión ofrecen oportunidades para aprovechar y obtener ganancias a medida que fluctúan los mercados, en momentos de volatilidad económica y geopolítica o cuando aumentan o disminuyen el valor de las empresas por sus resultados; o por movimientos de las tasas de interés, entre otros factores. Todos estos movimientos pueden ser “anticipados” a través del estudio de tendencias, trayectorias y estudios estadísticos, por mencionar algunos. Si bien estos métodos implican llevar a cabo un análisis exhaustivo que permita predecir la valoración futura de un activo, la realidad es que al utilizar la inteligencia artificial se debe tener una objetivo claro y medible para el desarrollo y diseño de algoritmos que nos permitan utilizar estas herramientas correctamente y tener resultados de éxito.

A pesar de que existen diferentes necesidades y perfiles de inversionistas, se debe tomar en cuenta que en el corto plazo las rentabilidades son pequeñas, debido a que las fluctuaciones de los precios de los activos en cortos periodos de tiempo no suelen ser significativas. En ese sentido, abrir posiciones y mantenerlas por periodos de tiempos prolongados pueden redundar en obtener rentabilidades mayores a través de pocos movimientos en el largo plazo, en lugar de especular asumiendo mayores riesgos.

Desde el Comité de Intermediación Financiera y Bursátil del IMEF queremos recordar la importancia de tomar en cuenta que cada uno de estos instrumentos de inversión tienen sus propias dinámicas y factores a considerar al momento de tomar decisiones de compra y venta. La rentabilidad estará sujeta estrictamente a estas variables.

* Presidente del Comité Técnico Nacional de Intermediación Financiera y Bursátil del IMEF 

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