Solidaridad o ruptura: dos facetas en la democracia

Desde tiempos ancestrales, la forma de determinar quiénes ocuparán los cargos de dirección política y social ha planteado problemas prácticamente irresolubles.

Se han buscado explicaciones, métodos y procedimientos de todo tipo: teocráticos; basados en la fuerza; o, simplemente por la herencia. Hasta ahora, el mejor sistema que se ha encontrado es la democracia, pues permite que todos manifiesten sus puntos de vista, expresen su parecer y tengan derecho de elegir a quienes ejercerán el poder, permitiendo, al mismo tiempo, que puedan ser electos y, sobre todo, que participen de manera activa en la toma de decisiones. A pesar de pensar que es el mejor sistema, este no deja de tener fallas como, por ejemplo: campañas electorales manipuladas, aportación ilegítima de recursos, manipulación de los votos e injerencia del poder político para orientar los resultados.

Este año en México se celebrarán elecciones de todo tipo, pero la más importante de todas es la relativa al Presidente de la República. Es un lugar común decir que serán elecciones históricas, todas lo son en el sentido de que siempre, pase lo que pase, sea el resultado que sea y se desarrollen de la manera que sea, estas serán consignadas en los libros de historia, pero este año esa trascendencia se acrecienta ya que el proceso electoral no va a ser solamente un mecanismo para determinar a las personas que ocupen los cargos de mayor representación política, sino que además es un momento de toma de conciencia y de meditación, pues del resultado de las elecciones va a depender no solamente una transición administrativa, es decir, la sustitución de unas personas por otras, también lo hará la orientación que puede tener el desarrollo político, económico y social por los siguientes lustros.

La situación actual en México, los conflictos sociales traducidos en la fragmentación de la sociedad y el rompimiento de la solidaridad hacen que el resultado de las elecciones vaya más allá del nombramiento de una persona que dirija los destinos del país; esta, a su vez, llevará consigo, para bien o para mal, el devenir por muchos años de la nación.